Por: Michelle Campoy
No existe en la RAE alguna definición para el término “montachoques”. Sin embargo, la palabra suele ser utilizada con frecuencia en la Ciudad de México para hacer referencia a un hecho delictivo donde ciertos conductores provocan intencionalmente accidentes viales con la finalidad de cobrar y/o extorsionar al conductor afectado por los daños causados a otro vehículo. También suele ser común que dichos “montachoques” operen en conjunto con otras personas para ejercer mayor presión sobre el/la afectado (a).
Aunque el fenómeno social se presta para reflexionar sobre los cotos delictivos de la CDMX, nuestro interés se centra en otro sitio, a saber, el lado oscuro de las estrategias políticas.
Existen buenos rumores en la farándula política de que el Emperador Napoleón Bonaparte concluyó su lectura de la obra “El Principe” del filósofo Maquiavelo diciendo “triunfad siempre, no importa cómo, y siempre tendréis razón”. Esta interpretación trascendió y hoy en día se conoce como “El fin justifica los medios”. Ambas frases provienen de una misma idea, cumplir a toda con un objetivo.
El 2024 le exige a México definir diversos cargos políticos, desde los más altos niveles como la candidatura a la presidencia de México, así como puestos a diputaciones locales. La ciencia del votante es elegir a su mejor representante y la encomienda de los candidatos y partidos políticos es convencer a los ciudadanos a través de propuestas sociales sustanciosas. ¿Pero qué pasa cuando un partido político o candidato (a) independiente no consigue ser popular entre la población a la que se dirige? Monta un escenario prejuicioso contra el/la candidato (a) que encabece las encuestas, similar a los montachoques.
Estas “estrategias” políticas se han difundido con mayor rapidez a partir del uso de las redes sociales como principal medio de comunicación. Un ejemplo claro de la política oscura son los temidos “bots”, la herramienta número uno de los montachoques de cuello blanco. Un bot no es más que un programa automatizado que imita el comportamiento humano en las redes sociales. Se usan con frecuencia para poner en tendencia una noticia, pseudo noticia o fake news, así como viralizar palabras, imágenes o vídeos.
La guerra sucia de la política tradicionalista que desprestigiaba la moral de los candidatos políticos a través de rumores publicados en portadas de revistas, periódicos, radio y televisión, migró a lo digital. Esto significa que los modus operandi de la política de nuestro país, se vio obligada a cambiar sus herramientas de difusión, de suerte que la cultura de la virtualidad ha sentado sus bases con rapidez y fenómenos como la reverberación digital en donde una noticia se repite una y otra vez sin importar su veracidad, religión o país, coadyuva a que los “montachoques” de cuello blanco continúen heredando a las nuevas generaciones políticas el malestar del mexicano, a saber, el victimismo.
Si hacerse “la víctima” no fuera tan rentable en la sociedad mexicana, ¿cómo explicamos que el hilo conductor entre los verdaderos montachoques, las estrategias del mercado consumista y los métodos políticos son los mismos? El victimismo es la tendencia a considerarse una víctima o hacerse pasar por ella, la psicología se ha encargado de desenmascarar a las personas con esta tendencia, algunos rasgos victimistas son:
1. Muestran una autocrítica limitada
2. Quieren llamar la atención
3. Presentan pesimismo
4. Acumulan sentimientos dañinos
5. Tienen miedo a salir de la zona de confort
6. Centran la atención en su desgracia
7. Tienen una baja tolerancia a la frustración o el fracaso
8. Su objetivo es encontrar culpables
9. El lamento constante les refuerza
Y a propósito de que últimamente los medios de comunicación hablan de los partidos políticos como “marcas”, es conveniente recordar que detrás de cada “marca política” hay personas. Aunque parezca irónico, en vísperas de una sociedad virtual resulta conveniente aterrizarnos en nuestra realidad que, al parecer, toma lo mejor de los dos mundos y los vuelca a conveniencia personal. En primer lugar vemos que un exceso de “humanidad” nos da el sesgo del victimismo y en segunda, un exceso de tecnología nos vuelve autómatas.
El Sociólogo Richard Sennett dice “La necesidad de legitimar las propias opiniones en términos de la ofensa o el sufrimiento padecidos une a los hombres cada vez más a las propias ofensas (…): ‘eso que necesito’ se define entonces en términos de ‘eso que me ha sido negado”. Asimismo el profesor Daniele Giglioli, un literato de Italia que publicó recientemente su obra “Crítica de la Víctima” menciona que “La víctima es el héroe de nuestro tiempo” y explica que esta actitud lleva siglos gestándose en los núcleos de las sociedades políticamente estructuradas. Al victimismo lo impulsa la globalización, específicamente las redes sociales. Lo que al inicio fueron conductas victimistas aisladas hoy es un fenómeno colectivo.
Las repercusiones de la adopción de esta “cultura de la queja” ya fueron abordadas por Robert Hughes en 1994. Su obra dio pie a un sinnúmero de polémicas en torno a la sentencia acusatoria que impone principalmente a las tribus norteamericanas que han adoptado el papel de víctimas. Hughes profetiza sobre el futuro de las sociedades que asuman dichos rasgos diciendo, por ejemplo, que el principal efecto de este fenómeno son los conflictos de estado con otros territorios que desvaloricen su valor de héroe disfrazado.
Y mientras tanto, si todos se victimizan ¿Quién hace algo por México?