Por Edgar Adair Espinoza Robles
En el vasto escenario de los fraudes financieros, el esquema Ponzi se ha consolidado como un clásico recurrente. La historia está plagada de casos que, aunque se conocen bien, siguen atrayendo a nuevas víctimas con una alarmante regularidad, particularmente en Los Mochis, la capital de las pirámides en Sinaloa que hoy, de nueva cuenta, vive un escenario con la “caída” de una pirámide llamada Billions . Este fenómeno plantea la pregunta: ¿por qué la gente sigue cayendo en estas trampas?
La respuesta es fácil y podemos hallarla en una combinación de factores psicológicos, socioeconómicos y, en muchos casos, una profunda falta de información financiera. Los esquemas Ponzi se presentan como la solución perfecta para aquellos que buscan mejorar su situación económica de manera rápida y sin riesgos aparentes. Prometen rendimientos excepcionales y rápidos, una oferta que, en tiempos de inestabilidad económica, algo que puede ser irresistible en una sociedad floja y materialista.
La confianza juega un papel clave en estos fraudes. Los promotores de esquemas Ponzi suelen presentarse de manera confiable y profesional, se ponen trajes, hablan de “éxitos”, consiguen autos de lujo prestados, simulan vidas de holgura económica en lo que se hacen del dinero de los incautos, utilizan testimonios falsos y, en algunos casos, involucrando a personas influyentes para legitimar sus operaciones. Esta fachada de respetabilidad y éxito convence a muchas personas de “invertir”, creyendo que están participando en una oportunidad legítima.
Otro factor es la falta de conocimiento financiero. La falta de educación adecuada en este ámbito, impide reconocer las señales de alerta. No entienden los principios básicos de inversión y riesgo, y esto las hace vulnerables a las promesas de altos rendimientos sin ningún respaldo real (engañan a la gente con fotos hasta mal editadas hablando de términos que ni los promotores pueden explicar, recurrentemente hablan de criptomonedas y presentan el respaldo de sus “empresas” en países pequeñitos que el 99% de las víctimas serían incapaces de localizar en cualquier mapa).
Lamentablemente, cuando las personas ven a amigos, familiares o colegas participando y obteniendo beneficios, al menos inicialmente, son más propensas a unirse. Nadie quiere quedarse fuera de una oportunidad aparentemente buena, y la psicología de masas puede llevar a muchos a seguir el comportamiento del grupo sin analizar críticamente la situación.
En momentos de desesperación económica, la vulnerabilidad se acentúa. Las personas en situaciones difíciles buscan soluciones rápidas para mejorar su situación, y los esquemas Ponzi ofrecen justamente eso: una promesa de alivio financiero inmediato. Sin embargo, esta promesa es solo un espejismo.
Los promotores de estos esquemas son maestros en el arte de la persuasión. Utilizan tácticas de presión y urgencia, creando un sentido de inmediatez que lleva a las personas a tomar decisiones precipitadas.
Además, una vez que alguien ha invertido, la aversión a la pérdida juega un papel de presión. Las personas continúan invirtiendo más en un intento de recuperar lo perdido, en lugar de aceptar la pérdida inicial y salir del esquema, incluso asumiendo que la cosa va mal engañan a familiares, amigos y hasta compañeros de trabajo. Es un ciclo vicioso que puede llevar a pérdidas aún mayores, la perdida de toda ética.
Uno de los aspectos más oscuros de los esquemas Ponzi es la participación consciente de algunos individuos del FRAUDE que están cometiendo. Hay quienes entran sabiendo que se trata de un fraude, pero con la esperanza de ser ellos los beneficiarios y no las víctimas. Estos individuos, con una decadencia moral alarmante, apuestan a que podrán retirarse con beneficios antes de que el esquema colapse, son los peores, saquean y huyen, sin importar el daño causado premeditadamente a su propio circulo de confianza.
La historia del fraude piramidal es una lección recurrente de cómo la combinación de promesas de riqueza rápida, confianza mal ubicada, falta de educación financiera y desesperación económica puede llevar a las personas a tomar decisiones estúpidas y, en última instancia, perjudiciales.
Necesitamos romper este ciclo, fomentando una mayor educación financiera y una actitud crítica frente a las oportunidades de inversión que parecen demasiado buenas para ser verdad. La vigilancia y la educación son nuestras mejores defensas contra la repetición de esta trágica historia que hoy sufren miles de personas y que seguramente se repetirá en el futuro con nuevos nombres y hasta números, Avanza 5.5, trillonarios o Zmart Plas, ya no se sabe con estos vivales.