¿Hacia dónde camina la historia?

Por Cruz Antonio González Astorga

sólo el tiempo es perfecto, sólo él todo lo abarca y todo lo completa” Walt Whitman

Don Dámaso Murúa ha plasmado en sus cuentos la caracterización del escuinapense como nadie más, sus descripciones corresponden al trabajador de la pesca y la sal fundamentalmente, de ahí emerge este personaje típico denominado el Guilo Mentiras, sin tomársela a pecho, en el apellido llevaba la penitencia.

Traigo a escena paisajes de mi infancia, por las mañanas los pescadores se congregaban en las esquinas para platicar luego de una ardua noche bajo la luna, sustituidos los nombres propios por apodos, saltaban festivos para hacer de los encuentros eventos carnavalescos; el Cachimba, el Pedos-de-humo, el Marcado, el Chacachá, el Macachiro, el Chilolo, los Almada, el Talán, el Chambombo, el Chanate, el No-me-quiere (¡la vida es cruel!), el Dos culos, un sinfín de sobrenombres como para ampliar el abanico de personajes de nuestro pueblo en espera de los nuevos Dámaso Murúa que los plasmen en libros.

La gran mayoría de estos personajes pertenecen a una generación que va diluyéndose conforme pasan los años, su paso por la vida está relacionada con el campo laboral donde se desempeñan; las bases materiales de existencia, de ese contexto emergió el famoso personaje de Murúa.

Fue en las esquinas, las banquetas de las cooperativas o las cantinas donde se reunían para platicar largo y tendido, y como es de suponer, el chascarrillo, la cura, la carrilla, mediaba entre estos seres forjados en las marismas.

El tiempo pone todo en su lugar, aquello que parecía extraño, cosa de viejos, representa hoy algo invaluable, no sólo por el hecho de que sea la conversación lo que los reunía, sino el que estuvieran juntos, compartiendo sus historias personales.

Ese recuento diario es una manera de guardar en la memoria los sucesos cotidianos para extraer alguna lección, esto se relaciona con lo sostenido por Umberto Eco en de la estupidez a la locura; no renunciar a extraer del pasado una lección para presente. Si algo sirve el conocimiento de la historia, es precisamente para no repetir los errores del pasado, sea de índole social o personal.

La pesca fue una actividad colectiva y fructífera; el pasado nos está diciendo que cuando los trabajadores del campo estaban organizados resaltaron los beneficios económicos. Después del desmantelamiento de las cooperativas padecidas en los años 90´s, los pescadores viven con ingresos limitados.

¿Quién ganó con esta fragmentación-individualización de las áreas laborales? No especularemos al respecto, pero quienes perdieron fueron los dependientes de la producción de sal y la pesca.

Quizá a esto se refiera lo dicho por Eco, pero no sólo a eso, los ejemplos se pueden llevar al plano político nacional e internacional donde basta un cambio de color para que los personajes antes detestables pasen a considerarse como ejemplares, lo cierto es que, hasta la fecha el olvido al que están condenados las sociedades líquidas como la nuestra, ha servido para la perpetuidad de una casta de políticos.

Lanzados fuera de sus fuentes de subsistencia, estos sectores sociales se han unido a la cadena de migración, alimentando por la fuerza ese poder que existe fuera de las instituciones pero que impone su dominio sobre ellas.

¿Dónde estará el Güilo Mentiras retorciéndose de sus viejas anécdotas sin sus interlocutores? Causan risas sus historias de un Escuinapa que no existe más, ni volverá. ¿Qué nos queda? De nuevo el olvido.

¿Qué medios tenemos a disposición para dar cuenta de nuestras vidas a las generaciones venideras? Socialmente quizá no se tenga una respuesta, pero colectivamente sí, aquí podemos encontrar las razones del empecinado esfuerzo del proyecto Memoria Escuinapense.

De lo que se trata es de construir los instrumentos para no olvidar, este proyecto editorial, sin proponérselo en aquel lejano 2006, va en camino de asumirse como recuento de la memoria colectiva de las décadas decientes.

¿Qué sabemos de la historia? ¿Por qué estudiarla?

Existe una idea vaga sobre la historia y el papel que juega en la sociedad, cuando conversamos en nuestras casas, barrios, escuelas o centros de trabajo, se le relaciona a temas de mayores, como si la edad fuese la medida para acercarnos o alejarnos de ella.

En el libro mencionado Eco alude a las opiniones que lo definen como profeta, respondiendo que a menudo acude a la historia, convencido de que, si aprendes lo que pasó, con frecuencia entiendes lo que podría suceder.

Para Eco el conocimiento histórico evitará cometer los mismos errores del pasado, pone el ejemplo del fiasco de Napoleón al intentar invadir Rusia, mismo cometido por Hitler un siglo después, ¿por qué los señores de la guerra no tomaron en cuenta factores básicos como el terreno y el clima?

En las películas de guerra de mediados del siglo pasado, el mal fue representado por Hitler, derrotado por el grupo de países aliados al que pertenecía Estados Unidos. Las locuras genocidas de Hitler contra los judíos, son presentadas como actos inhumanos, sin embargo, en el último año el gobierno de Israel, por impulso del primer ministro Benjamín Netanyahu, ha realizado actos también genocidas contra el pueblo palestino, son definidas como derecho a la autodefensa por los ataques terroristas padecidos previamente.

La historia también es una disputa de conceptos, juega un papel muy importante desde dónde se habla, quiénes lo hacen y para qué. Si hablan los países democráticos es para liberar a los países opresores de sus dictaduras que obstaculizan la libertad de los ciudadanos. Si hablan los sometidos, el rigor hacia los ciudadanos es para consolidar el nacionalismo y evitar la invasión extranjera.

La versión de los hechos, de la historia, es una disputa narrativa de los grupos de poder; Hitler fue un genocida, Netanyahu no. Mientras unos y otros se disputan el control del lenguaje, los ciudadanos quedan sin expresión de lo que viven. Lo que pasa en Gaza es un exterminio de los palestinos, no hay ningún argumento que justifique la invasión, salvo el control territorial, el robo.

¿Podemos detener de nuestra mísera condición el genocidio en Gaza? Desde luego que no, pero sí condenar esos ataques que no lo hará Hollywood, ni las televisoras de paga, ni la prensa escrita, ni los libros que se editan en la región, ni las redes sociales. Una palabra, la imagen, el gesto, un grafiti, no detienen la guerra, pero señales, pequeñas si se quiere, de que en el mundo todavía clamores por la justicia, y la justicia camina con la memoria.

Si eso pasa en el mundo, ¿qué cosas suceden en nuestro país, nuestro estado, municipio, comunidad, barrio y/o casa?, ¿cómo se conceptualizan esos acontecimientos?, ¿qué ha cambiado?, ¿hemos modificado nuestra manera de analizar la realidad?, ¿qué resultados se obtienen?

El problema del método

Cuando en la calle nos dicen que la historia es cosa de viejos, en la designación se está condenando a la juventud a no mirar el pasado de donde se extraerán conceptos para interpretar la realidad presente.

Puesto que la historia como asignatura o área de conocimiento no tiene solidez social ni institucional, el margen que han dejado a los pueblos y, si se quiere, la sociedad civil, es la conservación de anécdotas de las vivencias colectivas en unos casos, y personales en otros.

La negativa de fortalecer los conocimientos de la juventud y la niñez conduce a la pérdida de las raíces culturales, lo que llaman ahora construcción de identidades. Hace un par de años existía en las escuelas públicas el libro de historia, aunque poco se trabajaba era un material exclusivo donde se podía revisar el pasado de México y de otros países.

Recientemente se ha desechado el libro de historia, inspirados en las epistemologías del sur en aras de la construcción de comunidades de aprendizajes, el conocimiento se aborda como una unidad integrada de las partes, no la fragmentación de materias que, según dicen los ideólogos de la Nueva Escuela Mexicana, sólo se aprendía una parte, sin llegar a comprender la complejidad del objeto o fenómeno que se estudiaba.

Con esta propuesta la historia queda diluida al conocimiento personal, quienes te rodean y fundamentalmente la familia. Hay una confusión en lo que es una comunidad con lo que es la sociedad, porque se parte de conceptos ajenos a la realidad en la que se vive, ajustándola a la idea, cuando debería ser al revés, partir de la vida material.

Como plantea Descartes, el método es fundamental, el enfoque con el que se miran las cosas. Si se integra el conocimiento, la explicación de la persona no se obtiene desde el yo hacia afuera, sino desde afuera hacia adentro, es la sociedad, en su caso la comunidad, quien moldea en un sistema de valores y costumbres a las personas que vienen ella. La transformación del mundo no vendrá de la liberación del yo, sino de las condiciones materiales de existencia, del contexto sociocultural.

No seamos dramáticos con la estadística desfavorable sobre el gusto por conocer la historia, resultados parecidos se pueden encontrar en las matemáticas, la lectura, el proceso creador de la escritura y el diálogo respetuoso. No es la historia la que recibe el rechazo de los estudiantes, es la educación en general, los métodos empleados no están favoreciendo la consolidación de la cultura de la investigación, del debate, la discusión, intercambio de ideas, del arte de pensar.

El problema no reside en los estudiantes, a la escuela se va a aprender herramientas para el estudio, que la vida institucional no dote de esas herramientas para interpretar la realidad en su complejidad denota una crisis de organización y enfoque.

La tradición pedagógica en historia (ahora insertada en los campos formativos) llevaba a un desfile carnavalesco de personajes, en la NEM ni a eso, lo que importa es la vida personal y lo que acontece alrededor.

El problema central no está en el libro de texto, sino en el método con el que se emplea la información en esos libros, una interpretación lineal donde destacan los personajes que lucharon por la libertad en 1810, o contra la dictadura porfirista en 1910, sin comprender el contexto histórico, aquello que incidió que tal personaje actuara de una manera y no de otra.

¿A qué se debe el menosprecio por la historia?, ¿es el desinterés condicionado o fortuito? ¿Qué pretende el libro Memoria Escuinapense? ¿Recuperar la memoria del municipio?, ¿por qué la obstinación de tres libros por buscar en el pasado desde el presente?, ¿queremos dejarles un mensaje a las generaciones venideras?, ¿qué mensaje? Se asoma la mirada a la calle y ahí se encontrarán las pistas, no sólo porque la violencia ahora desbordada nos ha acorralado en nuestras casas, también porque este proceso de descomposición social viene gestándose desde décadas atrás, que no se haya alertado en ello no significa que los síntomas no estuvieran a la vista de todos. Si el presente es de destrucción social, el futuro es una incertidumbre donde se avizora un lugar sin cabida para nadie.

El llamado modelo económico neoliberal, algo así como libre explotación sin mediación del Estado que se debilitaba con la privatización de sus empresas, arrojó millones a la miseria, en Escuinapa, las personas que nacieron en las colonias populares levantadas a las orillas del municipio fueron sacudidas terriblemente por este modelo al convertirlas en desechables.

El viejo Escuinapa; el pesquero, salinero y artesano fue desplazado por las nuevas fuerzas productivas y especulativas, aquí podemos insertar el fracasado CIP y un sector local inclinado a convertir la zona en un lugar para turistas nacionales y extranjeros, hasta la fecha las aspiraciones no han fructificado.

El Estado en su modo avión o inoperante ha orillado a los sectores populares a buscar opciones donde se presenta la oportunidad, las dádivas del bienestar son insuficientes para construir espacios alternativos donde no se ponga en predicamento la vida.

El pensamiento histórico seguirá siendo el instrumento que nos permita analizar los procesos sociales, el devenir de un país, de la humanidad entera. Son los ojos de la mente los que se trasladan hacia el pasado, lo analizan, se recorre hacia el presente, observando a su paso los cambios suscitados que han dejado huella.

Si algo ha de servir el conocimiento histórico, es para anticiparse a lo que vendrá, ¿cómo?, ¿de qué manera?, esas y otras preguntas deberían analizarse socialmente, así la historia continuará su curso, y la humanidad dentro de ella.

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2 Comments

  1. Fabiola Amador dice:

    Muy buena lectura recordar esos tiempos fructífero de los pescadores que disfrutaban de su labor y convivencia entre la sociedad, me encantó leer y recordar todos esos ayeres

  2. LauraLG dice:

    Sin ser oriunda de Escuinapa puedo afirmar que el texto me representa. Las nuevas generaciones van perdiendo el sentido de identidad por una serie de realidades entre las cuales se encuentra la falta de conocimiento histórico social. Hay un desapego y falta de empatía enorme a los conflictos sociales que nos hace preguntarnos qué dirigentes futuros estamos formando en una sociedad cada vez más despegada de sus raíces.

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