La demencial guerra sucia

Por Edgar Adair Espinoza Robles

La historia tiene paciencia, pero la calumnia, no. En los últimos días, México ha sido blanco de una ofensiva tan grotesca como predecible: una guerra digital orquestada contra el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y el legado vivo del ex presidente Andrés Manuel López Obrador. No se trata de diferencias políticas ni de crítica democrática: lo que enfrentamos es una campaña infame, planificada desde las entrañas del poder económico, mediático y conservador, con el único fin de frenar el avance de la izquierda.

Bajo el disfraz de trending topics como #NarcoPresidentaClaudia y #NarcoExPresidenteAMLO, se esconde un ejército de 147 mil cuentas falsas, según reveló el coordinador de Infodemia, Miguel Elorza Vásquez. En menos de una semana, esas granjas de bots fabricaron más de un millón de menciones. ¿El costo? Cerca de 20 millones de pesos en tan solo cuatro días. El objetivo es claro: saturar el espacio público con mentiras, sembrar sospechas, y desgastar al proyecto que ha devuelto la política a las mayorías.

Esta no es una novedad. Desde el primer día del lopezobradorismo, los medios chayoteros alimentados por años de complicidad con el viejo régimen se han alineado como una sola voz para atacar a la Cuarta Transformación. Cuando no pueden refutar resultados, inventan escándalos. Cuando no logran frenar el respaldo popular, difunden dudas con editoriales envenenadas de clasismo, racismo y cinismo. Afortunadamente, no todo el periodismo se ha arrodillado: aún quedan medios y voces que ejercen su oficio con rigor y dignidad, a contracorriente de la prensa vendida.

Frente a esta avalancha de mezquindad, la presidenta Claudia Sheinbaum ha respondido con la misma fórmula que aprendió del obradorismo: trabajo, verdad y cercanía con el pueblo. No se distrae, no se desgasta. No desciende al lodo: construye desde abajo, como lo ha hecho siempre.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) no ha sido omisa. Ha advertido que esta campaña no es solo sucia, sino violencia política de género. Claudia no solo enfrenta a una derecha recalcitrante, sino a una cultura patriarcal que no tolera ver a una mujer con poder, liderazgo y rumbo propio. No les incomoda solo lo que representa políticamente: les aterra que sea mujer y que esté a la altura.

Pero si algo ha demostrado este movimiento es que el pueblo sabe defenderse. Como escribió alguna vez Monsiváis: “los de abajo han aprendido a leer entre líneas”. La gente responde con memoria, con comunidad, con organización, con una sabiduría popular que los poderosos siguen subestimando.

Lo que está en juego no es solo la imagen de una presidenta ni el legado de un expresidente. Lo que se quiere dinamitar es la posibilidad real de que México avance hacia un modelo más justo, más equitativo, más soberano. Los mercenarios digitales no quieren debatir: quieren recuperar los privilegios que perdieron con votos.

La guerra sucia continuará, quien la conocemos lo sabemos. Pero lo que no han entendido ni los bots ni sus financiadores es que no se puede engañar a todo un pueblo que ya despertó. Como lo enseñó AMLO y lo confirma Claudia, cuando se gobierna con el pueblo, la infodemia es ruido, no destino.
Y la verdad, aunque a veces llegue tarde, siempre termina venciendo.

Sucede arriba y sucede abajo. Esa es la señal de que el poder ya no está donde solía estar. Y eso, más que molestarles, los desquicia.