Por el Chinaco.
Quién ha seguido al presidente Andrés Manuel López Obrador desde hace mucho logra comprender el valor que tiene la historia en su pensamiento. Quién mira y escucha las mañaneras observará que las acciones de las mujeres y los hombres del pasado son sin duda modelos de actuación del presidente en el presente.
El actúa para la historia y se ve así mismo en los libros de texto escolar en las próximas décadas.
El tren maya, la industria petrolera y eléctrica y los apoyos sociales están emparejadas a la historia de los mayas, la revolución, el cardenismo, la expropiación petrolera y el estado de bienestar.
En ese sentido hay que entender que la sucesión presidencial está enmarcada en esa construcción de su propia figura histórica.
El propio Andrés ya enmarco la sucesión en la historia nacional durante el discurso del 18 de marzo del presente año. AMLO afirmó que no cometería el error de Lázaro Cárdenas en 1940, quien eligió al moderado general Manuel Ávila Camacho en lugar de Francisco G. Múgica, este último representaba la profundización de las reformas implementadas por el cardenismo. Muchos interpretaron el discurso en el sentido que el presidente ya había resuelto por Claudia Sheiumban para sucederlo en contraposición Ebrard y Monreal señalados como moderados.
Convenientemente nunca se realizó un análisis a profundidad del discurso del presidente ese día. En los hechos, al interpretar simplistamente la opción de Claudia como la elegida, ubicaron al presidente en la misma línea de una práctica política que quiere desterrar: el dedazo.
Nadie pensó que el presidente trató en realidad informar que no iba a cometer el mismo error de Cárdenas, meterse en la sucesión presidencial porque complicaría el proyecto, dejando que el pueblo eligiera al candidato. Quedó claro que Lázaro Cárdenas se equivocó, porque, aunque eligió a un moderado, Ávila Camacho, tuvo que recurrir al fraude electoral en contra Andreu Almazán apoyado por la derecha.
El presidente no quiere dejar de legado el dedazo o un fraude electoral porque lo pondría en el nivel del prianismo.
De hecho, es notorio que Francisco I. Madero es uno de los personajes históricos favoritos del presidente y modelo a seguir, se dirige al revolucionario como el apóstol de la democracia. En la mañanera son recurrente las anécdotas del actuar democrático de Madero porque no intervenía y dejaba que el pueblo eligiera, dice Andrés que “se enteraba de quién ganó una gubernatura por los periódicos. Sentencia que la única vez que vivió el país la democracia plena fue durante la presidencia de Madero.
Sin duda, un hecho histórico que quiere dejar patente AMLO es la sucesión, no por la continuidad del proyecto, sino por la forma en que se eligió el candidato para sucederlo. El dedazo representa una práctica antidemocrática y simbólica del viejo régimen (incluido el cardenismo) que busca eliminar, es decir, el hecho histórico que está en construcción es que “Andrés Manuel fue el primer presidente que dejó al pueblo elegir al candidato de su partido a la presidencia”.
Finalmente, puedo afirmar que la corcholata que mejor entiende los mensajes del presidente es Marcelo Ebrard. Amlo se apropió la propuesta del ex canciller respecto a la separación del cargo de los aspirantes, la construcción de reglas de precampaña y la creación de un mecanismo donde el pueblo elija al candidato. No solo eso, convocó a gobernadores, gabinete y corcholatas para socializar y exigir la aplicación de la idea de Marcelo en el proceso interno de Morena. No obstante, el presidente escuchó a Marcelo no porque sea su favorito, en su lógica no debe tener preferidos, más bien fue porque la propuesta se ajustaba al papel del presidente en este momento histórico.