Joel Álvarez Borrego.
“Sería ilógico si la conciencia de mi presencia en el mundo, no implicará en sí misma
la imposibilidad de mi ausencia en la construcción de mi propia existencia”.
Paulo Freire
Hemos leído, por allí, en un lugar, que para cambiar al mundo se debe cambiar a los seres que han de cambiar a ese mundo.
La educación, a través de muchos años, ha estado encaminada a formas seres individualizados y hasta cierto punto enajenados, “Debes prepararte para ser alguien en la vida, para que progreses y puedas vivir bien”. Por medio de la educación se le construye la vida al educando, lo hacen repetir los conocimientos sin realizar un análisis crítico de lo que está aprendiendo.
No es posible, dice Paulo Freire, que los educandos se muestren ausentes, alejados, en la construcción de su propia vida. Se debe, una vez convertido el educador en un guía, en un facilitador, proporcionar a los niños las herramientas didácticas y pedagógicas necesarias que le permitan comprender a cabalidad el mundo que lo rodea, en todos sus contextos. Ante la presencia de un nuevo conocimiento el educando, con la ayuda del educador debe buscar un mundo posible de aplicación, dicho coloquialmente “esto que estoy aprendiendo para que me sirve en la vida diaria, donde lo puedo aplicar”.
Hemos estado cayendo, por muchos años en lo que señalaba Albert Einstein, “educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela”. Esto es muy duro, pero es una terrible verdad.
La memorización comprensiva ha sido desterrada por muchas décadas. La forma de evaluar es utilizando la famosa prueba objetiva o prueba Reyna. Ante una pregunta se dan tres respuestas para escoger la adecuada, teniendo ésta un mínimo significado para el educando. En estos casos el buen memorizador sale avante pero no comprende.
Se llega a tal grado, en muchos de los casos, a terminar los estudios de educación media superior y no saber cómo aplicar lo aprendido en matemáticas, Quimica, Física o Ciencias sociales en el mundo que lo rodea.