Por Andrés Manuel López Obrador
Ya termino con el presidente Juárez, porque aquí están las enseñanzas que debemos de aplicar.
¿En qué nos inspiramos?
En nuestra historia fecunda, en los ejemplos de Hidalgo, de Morelos, de Juárez, de Ricardo Flores Magón, de Madero, de Villa, de Zapata, del general Lázaro Cárdenas.
Me va a tocar la semana próxima hablar del general Cárdenas, pero ahora termino de contar lo que fue la obra del mejor presidente de la historia del país, de Benito Juárez.
‘Cuando triunfan los liberales en la guerra de Reforma los conservadores acudieron al extranjero a buscar auxilio para su causa. Es decir, incapaces de ganar por la vía electoral o por la fuerza de las armas, un grupo de reaccionarios de nuestro país —¿por qué no pones el grabado donde están los que fueron a Miramar?— un grupo de reaccionarios de nuestro país apelaron al monarca francés Napoleón III y le ofrecieron el trono de México a Maximiliano de Habsburgo. Fue así como nos invadieron cerca de 30 mil soldados franceses del entonces ejército más poderoso del mundo.
‘Ese enorme agravio hizo resurgir el más puro y leal heroísmo del pueblo de México’, porque así se ha ido forjando nuestra historia.
‘En esos momentos, en todas las regiones del país, en todas partes del territorio, se escuchaba la consigna de que no había término medio entre ser mexicano y traidor’, o una u otra cosa, mexicano o traidor.
‘Es célebre el exhorto del general Ignacio Zaragoza previo a la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862, a los mexicanos que se preparaban para defender al país de los invasores franceses les decía Zaragoza: ‘Tenemos ante nosotros al mejor ejército del mundo, pero vamos a triunfar porque ustedes son los mejores hijos de la patria’. Y así fue.
‘Es también célebre un telegrama en el que Ignacio Zaragoza le informa al ministro de Guerra del presidente Juárez —cito—: ‘Las armas nacionales se han cubierto de gloria’. Miren, ahí están. Es que esto ayuda más, siempre, siempre las imágenes ayudan.
‘Esta batalla —la de la Puebla— y otras como el heroico sitio de Puebla —que se llevó a cabo posteriormente— permitieron a Juárez ganar tiempo y preparar la retirada al norte para mantener en alto la dignidad de la República.
‘A mediados de 1863, ante la imposibilidad de defender la Ciudad de México, la capital de la república, Juárez salió acompañado por los integrantes de su gabinete y un pequeño equipo de gobierno, resguardado apenas por un piquete de medio centenar de efectivos, 50 solados. En el sencillo carruaje del mandatario viajaban los integrantes de su familia, empezando por su esposa Margarita, que estaba embarazada, y en otros carros iban los archivos de la República, indispensables para que el gobierno siguiera funcionando.
Juárez sale a su peregrinar, a la defensa de la República y entra Maximiliano y cuando llega Maximiliano, estos reaccionarios lo reciben con fiesta en la Ciudad de México, toda la aristocracia de ese entonces.
‘Pero la carga más valiosa de esa pequeña caravana era intangible, era la dignidad nacional. Fue la dignidad la convirtió la huida en resistencia, la debilidad material en fortaleza moral y la inferioridad en medios militares en la superioridad de la razón. Fue la dignidad la que convirtió en un ejemplo mundial la lucha del pueblo de México por su territorio, por sus instituciones republicanas, por su autodeterminación y por su soberanía.
‘No es metafórico decir que el pequeño grupo que peregrinó por Dolores Hidalgo, Guanajuato, San Luis Potosí, Monterrey, Saltillo, Santa Rosa —hoy Gómez Palacio, Durango— la capital de Chihuahua y acabó literalmente orillado en Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, llevaba consigo a la República.
‘Todas las esperanzas de México las encarnaba un presidente indomable que, ante traiciones, vacilaciones o propuestas de negociaciones indecorosas, llegó a contestarle en una carta a Maximiliano, lo siguiente: ‘Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud, pero hay una cosa —le decía el presidente, a Maximiliano— que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia, ella nos juzgará’.
‘A la postre, el imperio acabó por derrumbarse debido a diversos factores internos y externos. El más importante de ellos fue, sin duda, el tesón del gobierno juarista y la resistencia de la población mexicana en el terreno de las batallas.
‘Un novelista francés, Georges Delamare, reconocía que los partidarios de Juárez luchaban, lo cito textualmente, ‘a la manera de las avispas, que atacan, pican, echan a volar al primer movimiento de la víctima y vuelven una y otra vez’, es la guerra de guerrilla. Y pronosticaba el escritor en la época: ‘Mala guerra para los franceses’.
‘Pero del mismo modo, así como se luchó en cada región por defender a la patria, pesó que en el continente americano —estos son factores externos que siempre intervienen en estos procesos— el panorama previo a la invasión francesa también había cambiado’. Por suerte, que interviene mucho en política la suerte. ‘En abril de 1865 el gobierno del presidente Abraham Lincoln logró la derrota definitiva de los esclavistas sureños y con ello ganó la guerra civil en la que había estado sumido Estados Unidos durante cuatro años.
‘Y no podíamos pasar por alto que, aún en plena guerra de secesión, Lincoln apoyó al gobierno de Benito Juárez en su lucha contra los invasores franceses, dio refugio y protección a su familia y negó —Abraham Lincoln, negó el reconocimiento, el gobierno de Estados Unidos— negó el reconocimiento al régimen imperial de Maximiliano.
Pero esto es 1865, 1867. ‘Antes, 20 años antes, en 1847, Lincoln era diputado y dio prueba de su grandeza moral al condenar la invasión de Estados Unidos a México’, siendo diputado en 1847 y, desde luego, condenó el despojo de nuestro territorio.
‘Lincoln criticó al presidente Polk de haber emprendido, con el apoyo de la Cámara de Representantes, una agresión injusta a nuestro país, basada en mentiras cuando ese gran zarpazo. El representante entonces de Illinois, Lincoln sufrió graves consecuencias políticas por su actuación, por su rectitud, por su honestidad; lo acusó Polk y sus partidarios de colaborar con un enemigo: con México.
‘Lincoln perdió la elección al Senado y su partido en ese entonces… Él pertenecía al Partido Republicano. Por eso hablo de que hay dos presidentes que debemos de recordar con afecto de Estados Unidos: Abraham Lincoln, que fue republicano, y Franklin Delano Roosevelt, demócrata, que fue el que respetó la decisión del general Cárdenas cuando se expropió el petróleo.
‘Lincoln perdió la elección al Senado —por esa represalia— y su partido se quedó sin la mayoría en la Cámara de Representantes. Sin embargo, —para fortuna nuestra, ya como presidente, Abraham Lincoln, 20 años después— desde los inicios de su mandato recibió en su residencia al embajador mexicano Matías Romero, con quien acabaría forjando una cercana amistad.
El presidente Benito Juárez y el presidente Lincoln —gigantes de la historia— abrazaron causas simultáneas y semejantes por la integridad de sus respectivos países, por la defensa de la legalidad y la justicia; y por la dignidad de los seres humanos. Siendo ambos partidarios de la paz, tuvieron que escoger la guerra como el mal menor. Ambos enfrentaron situaciones críticas entrelazadas y las superaron con la fuerza enorme del apego a los principios’.
Si hay que optar —y esto es para los jóvenes— entre eficacia política y principios, no lo duden, hay que decidirse por los principios. Si hay que optar entre el derecho y la justicia, no lo duden, la justicia.
Decía Juárez: ‘Sin los principios, los hombres no son nada’. Ahora, parafraseándolo, diríamos: Sin los principios, las mujeres y los hombres no somos nada.
En fin, Benito Juárez García, era un político excepcional, tenía muchas virtudes.
¿Cuáles son esas virtudes?
Era honesto, austero, patriota y una virtud importantísima, para los jóvenes también, una recomendación ser perseverante, no renunciar nunca a las causas por las que se lucha, no claudicar.
‘No en vano el poeta, escritor Víctor Hugo le escribe reconociendo que México se había salvado por un principio y por un hombre. ‘El principio, decía Víctor Hugo, es la República; el hombre es usted’.
Ya terminamos con Juárez. El lunes vamos con Ricardo Flores Magón.