El amadorismo como cultura política en la sección 53

“El más judas será el que se suba
al podio del honor” Luis E. Aute

Cruz Antonio González

Cada sexenio trae consigo una narrativa educativa en el intento de externar ante la opinión pública y al magisterio, el sello distintivo con respecto a otras administraciones.

En el presente, el humanismo mexicano es el discurso que se intenta establecer dentro y fuera de las aulas, como identidad de los gobiernos de la 4T. conceptualmente este humanismo no tiene parangón en el mundo, ni siquiera la historia nacional. Siglos atrás nació en Europa junto con el Renacimiento el fenómeno cultural (mucho más amplio que la filosofía) denominado humanismo, dicho movimiento puso en predicamento a reyes y curas en la Edad Media, pretendía este fenómeno un volver a las bellas artes y las ciencias, darle al pensamiento, a la razón su lugar en la sociedad, con el tiempo esas ideas humanistas influyeron en los acontecimientos de 1789 en Francia, y por consecuencia en los movimientos independentistas de América.

Digamos que la revolución francesa en cierto sentido fue el producto de ese humanismo que deseaba superar la etapa del Medioevo, en aras del Progreso europeo. En cambio, en México, este humanismo carece filosofía, de disputa conceptual, innovaciones científicas, manifestaciones artísticas y el replanteamiento de la mujer y el hombre mexicano, en cambio, sí es un conglomerado de retazos morales para distinguir el bien del mal sustentando la perspectiva gubernamental de la 4T.

En su primer periodo el barco del humanismo mexicano no encuentra tierra en alta mar, y los tripulantes especulan con hacer un motín para hacerse del timón, ante el panorama los de confianza guardan provisiones en los bolsillos, a la vista la predecible disputa por dirigir el barco hacia ningún lugar, arrastrando en la desventura a la tripulación y el barco entero.

Este humanismo desdibujado es el que se transmite en las aulas mexicanas, para su efectividad requiere no sólo ser el lenguaje oficial, sino de trastocar la estructura institucional de la educación. Es ahí donde se da el choque entre las pretensiones discursivas y lo establecido culturalmente.

Cuando en las campañas previas a las elecciones de 2018, el partido hoy en el poder propuso la derogación de la reforma de 2013 impulsada por Peña Nieto, el magisterio lo tomó con gran entusiasmo concentrados en dos sentidos; por un lado, la pretensión de anular la ley que perseguía a los docentes; por el otro, la ilusión de concretarse un cambio en la educación anhelado por el magisterio, que trajera consigo mejores salarios, un ambiente laboral sano, la creación de una estructura democrática, y sobre todo una pedagogía cuyo sustento uniera el pensar con el actuar sobre los problemas de la sociedad, reduciendo la brecha de desigualdad.

Ni una cosa ni otra; ni se derogó en lo esencial la reforma de Peña Nieto, como tampoco se eliminó el control de los cacicazgos en los sindicatos. Daniel Amador hizo carrera política arrastrando al magisterio a sus ambiciones personales, una carrera política más que educativa, construyó un sindicato fiel a su persona, a enaltecerlo, e incluso idolatrarlo.

Fue el principal promotor de la reforma de Peña, intocable en los gobiernos estatales del PRI, PAN y Morena. Fue presidente Municipal de Elota, Diputado y Senador, además pretendió la gubernatura, aspiración que no logró, al mismo tiempo que elegía a los secretarios generales del SNTE 53, todos los cargos políticos bajo el cobijo del PRI, la pregunta que cabe aquí es ¿por qué el gobernador de Sinaloa prefirió hacer alianza con él por sobre los maestros que hicieron campaña y votaron a su favor? La respuesta es sencilla, son y representan lo mismo.

La cultura política que construyó durante décadas el entonces partido-Estado, fue la que impuso Amador en la Sección 53, hay una reciprocidad en los métodos de ascenso social que utiliza, de ahí su vigencia.

Con Morena como partido-Estado se echó a andar una campaña ideológica en los espacios educativos, que no coincide con el lenguaje oficial utilizado en las mañaneras. En las escuelas hay un discurso amplio, flexible, inclusivo, que tiene como epicentro de trabajo a la comunidad, se retoma una serie de conceptos y estrategias de experiencias alternas en Latinoamérica, sin considerar el contexto histórico en el que se aplicarán esas ideas, modos y objetivos.

La realidad concreta de las escuelas no está hecha para la horizontalidad, la democracia y el trabajo en comunidad, la política educativa imperante en nuestro país, así como las formas de relacionarse y organizarse en las escuelas contrasta. El contraste entre la idea y la realidad es uno de los distintivos de estos gobiernos que se dicen de izquierda, pero actúan como y con la derecha.

La confusión generada por Morena ha trastocado la estabilidad de organizaciones sociales que antes sostenían un posicionamiento crítico, para dejarse envolver en el silencio de no hacerle el juego a la derecha, porque si cuestionas estas en contra de la Transformación.

Entre las confusiones ideológicas está la defensa de la rectoría del Estado en educación, si ese tema generó importantes manifestaciones en el gobierno de Peña Nieto, no fue así, pese a sostenerse la misma bandera, con los gobiernos de Amlo y Claudia.

Carente de autocrítica, la 4T fracasó en el terreno educativo, no sólo no transformó la “nueva” escuela mexicana, hizo alianzas con los viejos caciques, los sacó del escondite donde la reforma de 2013 los había colocado, para incorporarlos en aras de conseguir la mayoría en los congresos locales y nacional.

La educación ha sido un instrumento político, los docentes el intercambio en cada proceso electoral. Los espacios educativos son espacios de poder donde el sindicalismo aún está vigente como catalizador político, no como aparato defensor de los derechos de los trabajadores, cualquier enfoque educativo, por bien intencionado que sea no hará mella en las aulas, no tendrá efecto transformador si antes no se rompe con estos monopolios políticos de la peor ralea.

Estos cacicazgos han sobrevivo a los gobiernos del PRI, del PAN y de Morena, han tenido la capacidad de mutar según el signo oficial en el poder, son lo que se requiera con tal de mantenerse, hoy van de la mano de la 4T.

La personalidad de Amador ha trascendido décadas, su actualidad depende de su capacidad para adaptarse y negociar oportunamente, evitar confrontarse y llenar las expectativas de los agremiados, ha sabido llenar el vacío en la representación que otros aspiran infructíferamente, sobre todo, supo leer y entender la cultura política del magisterio sinaloense; la dependencia.

El poder que convoca le permite carearse con los centros de poder oficial, y arrastrar tras de sí la muchedumbre de docentes que lo vitorea y aclama, tan sólo hace unos días por el sur de Sinaloa, en cada evento donde se presentaba estaba rodeado de cientos de maestros con carpetas de solicitudes, apoyos y/o regalos, traía más guardaespaldas que Donald Trump, todas y todos, queriendo llevarse de recuerdo una sonrisa, un saludo, una mirada del dueño de la Sección 53, al lado del secretario general.

Esto es el sindicalismo sinaloense, la cultura de la idolatría, el besamanos, y, casualmente se sustenta con los peores elementos del gremio, hay una correspondencia en los usos y costumbres.

Sin descartar los excelentes docentes que hay, quienes académicamente dan la cara por el magisterio, el cuerpo del amadorismo se compone por quienes viven de los favores, esos modismos que sobreviven a distintos gobiernos, leyes y credos.

El amadorismo representa la esencia del priísmo en la educación, ha sabido lidiar con los gobiernos de la 4T, y la 4T ha sabido fortalecerse de agrupaciones, sectores y sindicatos como la Sección 53.

El arropo del magisterio que se identifica con su manera de proceder le permite continuar al frente de las negociaciones por las maestras y maestros. La cultura de la dependencia, las escuelas como control político, el voto corporativo, las imposiciones, y por qué no, el cinismo de un sector laboral como el magisterio, así como el respaldo del gobierno de Morena de Rocha Moya, prolongan la dirigencia (vitalicia) del amadorismo.

Bajo estas condiciones políticas y sociales es imposible el humanismo mexicano, hay intentos nobles por democratizar las escuelas, estos intentos han sido socavados, no tanto por las huestes amadoristas, sino por el gobierno del estado.

El problema no es ya Daniel Amador, sino el amadorismo; el primero tiene fecha de caducidad; el segundo no, el amadorismo seguirá con otros personajes, ropajes y la misma consigna de la unidad que acuerpa a esta sección carente de compromiso con la educación, con el país, la democracia, la inclusión y el humanismo.

El amadorismo continuará porque es una cultura política que el magisterio reproduce en sus espacios, quien asuma el liderazgo sindical repetirá la experiencia de Morena, no hubo ruptura en los usos y costumbres políticas con el PRI, estos se repiten hasta el cansancio, así también el amadorismo se repetirá como una vuelta de tuerca.

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