Por Cruz Antonio González Astorga
El título anterior corresponde al libro escrito por León Trotsky publicado en alemán en 1969, bajo el nombre Der Junge Lenin. La traducción al español data de 1972 bajo el sello editorial de Fondo de Cultura Económica, misma que se utilizó como base del presente análisis.
Cabe destacar lo peculiar del texto, su atracción principal consiste en la forma de realizar el estudio biográfico, es decir, su metodología. También mencionar, derivado de lo anterior, el despojo del aura mitológica, romántica, o en todo caso dogmática, que pesa sobre el llamado jefe de la revolución rusa, conocida también como bolchevique.
Del autor del libro corren versiones encontradas, en mayor número denigrando su imagen como dirigente de la gesta de octubre, poco se dice de sus cualidades en el análisis literario, de su capacidad para crear el ejército rojo (pilar para el triunfo revolucionario), y desde luego ser parte de la lucha política, ideológica y organizativa contra el zarismo, a veces junto a Lenin, pero no siempre con él.
Cuando se cierne una campaña negra de esta naturaleza y se olvida que la lucha no es contra la persona, sino contra un sistema de relaciones económicas, políticas, sociales y culturales, entonces se puede interpretar, no sólo la campaña, sino el aparato que la sostiene, quienes la difunden y aceptan como sujetos enajenados, pregunto, ¿es Trotsky eso que dicen sus detractores comunistas y antiguos compañeros?
Esta sujeción de la persona como representación del mal fue parte de la disputa ideológica del siglo pasado, determinando con quién sí caminar y con quién no. A casi tres décadas del fin de la Guerra Fría, esas representaciones del mal siguen siendo recursos para señalar a quienes estorban para la coronación de la democracia y el mundo de la libre concurrencia; ayer eran comunistas y anarquistas, ahora terroristas, aquí caben todos los que sobran o molestan al sistema imperante, que va desde los pueblos indígenas hasta quienes carecen de los servicios públicos en las ciudades, desde los campesinos despojados de su tierras hasta la exuberante clase media expulsada de sus antiguos privilegios por la vorágine económica neoliberal.
Para la URSS, los partidos y movimientos comunistas del mundo, Trotsky fue el mal a vencer, negando toda discusión sobre el camino y los procedimientos hacia el socialismo, el lugar de la ética y la política, la conceptualización del Estado, el poder de la clase obrera y las implicaciones prácticas de la dictadura del proletariado. Desde el campo occidental tampoco era visto con simpatía, al final de cuentas no tuvo lugar en ningún lado, y fue asesinado en México en 1940.
No hablaremos de la personalidad polémica de Trotsky porque no es la intención del documento, este pequeño bosquejo es para introducirnos a la biografía sobre Lenin, no se trata de promover o juzgar al autor, en todo caso para conocerlo se debe estudiar su contexto, ideas y acciones, este trabajo está lejos de eso, y las referencias son para indicar su procedimiento biográfico.
Luego de la carga mediática a cuesta, vale preguntarse, ¿por qué escribió un libro sobre Lenin cuando en nombre del leninismo, Trostky era un traidor? Su razón tendrá, de mi parte, en los siguientes párrafos hablaré de El Joven Lenin porque aporta elementos para conocer esa etapa ajena a muchos lectores, transfigurada por la versión purista y dogmática del régimen de Stalin; el culto a la personalidad.
Un grave error del biógrafo, señalaba en cierta ocasión Paco Ignacio Taibo II, era “enamorarse del personaje que estudia”, le agregaría en el caso del historiador, en repetir las fórmulas académicas sin una metodología que le proporcione otras maneras de analizar y enfocar la investigación, donde no todas las preguntas tengan respuestas, invitando a seguir buscando sin hacer de la verdad un patrimonio a título personal.
Me parece que el libro aludido rompe con la idea general que se tiene de Lenin (y con el quehacer del biógrafo), principalmente con la versión soviética. A Lenin se le atribuyen poderes sobrenaturales propios del mito que se forja para someter a la población, es decir, como si el ser revolucionario lo llevase en la sangre y todo el ambiente donde se desenvolvió tuviera este clima que hiciera parecer natural el tránsito del niño al joven y de éste al hombre maduro.
Nada de eso hubo, nos dice Trotsky, ni el seno familiar fue revolucionario, ni sus padres, hermanas y hermanos, ni lo fue en su adolescencia, ni en su primera juventud. La familia era instruida, de eso no hay duda, de una posición progresista pero reservada de los acontecimientos sociales; el padre como supervisor de escuelas legitimaba al régimen, y en el hogar no se permitía la crítica al mismo. Precisamente, al intuir las orientaciones intelectuales que se forjaban en los hijos, el padre trató de alejarlos de los lugares, relaciones y publicaciones prohibidas.
En Simbirsk, concebida como guarnición, nació Lenin, era una ciudad pequeña pero conservadora en la región del Volga, fue la única que no pudo ser invadida siglos atrás por las revueltas campesinas (contra la nobleza y el zar) encabezadas tanto por Stepan Razin como por Emelian Pugachev. El contraste a destacar, apunta el biógrafo, cómo en un lugar tan conservador puede nacer uno de los más fervientes revolucionarios del Siglo XX.
Entre las características de la familia Ulianov destaca la disposición y capacidad para el estudio, además de la pasión por la música, el patinaje, los paseos y la literatura. Si la madre les inculcó su inclinación al arte y la cultura, el padre una férrea disciplina y exigencia, de esa manera destacaron en el Liceo asombrando a compañeros y maestros.
Como en Marx, la preferencia de Lenin en su juventud era la literatura; mientras el primero se satisfacía leyendo tanto a Goethe como al poeta Heine para luego escribir poesía romántica; el segundo hacía lo propio con Turgueniev y Tolstoi.
La transformación del personaje tuvo que ver con varios factores históricos-sociales: el primero de ellos, “el brusco viraje de la nobleza, en el sentido de una reacción, que caracteriza a los años ochenta, se vio favorecido por las perturbaciones del mercado mundial”; segundo, el efecto emocional provocado por la muerte del padre, Ilia Ulianov, este acontecimiento y una serie de cuestionamientos internos desembocó en el rompimiento con la religión, ya no había a quien darle cuentas de los estudios y el pensamiento; tercero, la muerte de su hermano Alejandro; y cuarto, el contacto con la literatura marxista.
Ejecutado por órdenes del zar, Alejandro Ulianov, de mente brillante y científico precoz, al estudiar en la Universidad de San Petersburgo hizo contacto con los grupos terroristas, elaborando bombas y otros artefactos para asesinarlo, cosa que no ocurrió porque el proyecto fue descubierto anticipadamente por la imprudencia e inexperiencia de los integrantes, arruinando el plan y pagando las consecuencias del mismo; la horca o el destierro según la gravedad del acto.
Fue bastante dura y penosa la vida de la familia Ulianov, primero la muerte del padre, al año y medio la ejecución de Alejandro y la prisión de la hermana mayor, Lenin fue expulsado de los estudios, negado por los amigos, porque para la sociedad y las instituciones, engendraba el “terror” como su hermano, por lo tanto, fue sometido a una estricta vigilancia abierta y secreta.
En estas condiciones, fue importante el papel desempeñado por la madre, su tesón en la educación, impulso y protección hacia los hijos, el sistema ahorrativo para administrar la pensión del marido.
Gracias a ella, la mudanza hacia un lugar donde el apellido Ulianov no atrajera la atención ni el rechazo social, y donde Lenin encontró estabilidad para estudiar por largo tiempo y sin interrupción las condiciones y la historia de su país, terminar la carrera de Derecho, en fin, formarse intelectualmente. Nadie interpretó de manera más profunda y crítica el marxismo que Vladimir Ulianov, nos dice Trotsky, se entregó de tiempo completo a estudiar, a forjarse para la práctica que poco después realizaría.
Estas circunstancias le obligaron de alguna manera, sumado a su pensamiento crítico de la vida y su tendencia a conocer la verdad, a luchar contra el régimen zarista. En un principio, como la generación de su hermano, abrazó el camino del terrorismo, no la revolución, en este periodo empezó a tener contacto con la teoría de Plejánov, y a su vez con el marxismo, en el proceso social y personal fue cambiando su forma de pensar en relación a una alternativa al régimen establecido, una solución a las nuevas condiciones económicas que desplazaban a la nobleza por los intereses del libre mercado.
Es interesante el análisis que realiza Trotsky, cómo contrasta información entre la familia de Lenin, los ideólogos soviéticos y los enemigos para construir la biografía general, pero no se limita a las versiones de unos y otros, o la propia, estudia el desarrollo de la sociedad rusa desde siglos atrás, busca la genealogía de la familia de Lenin, las distintas formas de luchas políticas contra el zarismo, haciendo hincapié en las altas y bajas de los movimientos sociales según las reformas políticas implementadas desde el Poder, así como el impulso y claridad de la situación que proporcionó las lecturas de El Capital de Marx. Sin este último elemento, y aquí estoy especulando, el movimiento en Rusia poco hubiese evolucionado, sería un grupo reducido e insignificante como en su momento fue el de Zurich, o los esfuerzos obsoletos del terrorismo.
A pesar del afecto y respeto que muestra sobre el personaje, destacando sus virtudes, Trostky no escatima la crítica; “heredó el autoritarismo del padre”. Pero no sólo eso, también sus rasgos físicos y personalidad, sus manos estrechas, los pómulos salientes y los ojillos de ascendencia mongola, en resumidas cuentas, su tendencia asiática. Sería un error pensar que era una réplica del padre, no confundir, a diferencia de Alejandro que heredó los rasgos delicados de la madre.
Existe el análisis de la obra como tal, si antes se dijo que rompe con la forma de hacer biografía es porque el autor no se basa en las percepciones o comentarios que alteran de una u otra forma el sujeto estudiado. En nuestro terruño este tipo de estudios basados en las condiciones históricas en las cuales se participa son limitados, y esos pocos superficiales porque no traen el juego de la producción económica y las relaciones sociales que se derivan de ellas, sea en el plano local, nacional e internacional. Este aspecto del trabajo de Trotsky vale la pena recuperar, y es que el papel del historiador es mucho más complejo de lo que se piensa; no existe la Historia como única versión aceptada e incuestionable, sino las historias, muchas formas de verla e interpretarla, eso precisamente es lo que pone sobre el debate el autor.
Esta forma de abordar el estudio biográfico tiene que ver con la metodología implementada, o nos dejamos llevar por los mitos o los rompemos, o nos guiamos por las descripciones del presente o buscamos una explicación mirando desde el pasado. Tienen razón quienes enfatizan que “mirar es una forma de preguntar”, y la metodología es una forma de mirar, se puede hacer desde la limitada pupila del presente o se puede abundar en las condiciones históricas donde nacen y se desarrollan los procesos sociales para tener una interpretación más completa de los personajes que se estudian