El quehacer del historiador en Escuinapa

Por Cruz Antonio González Astorga

A José Manuel Arredondo Chávez

El presente ensayo tiene como base argumentativa la publicación de dos libros poco atendidos en el sur del estado, reduciendo la lectura, en el mejor de los casos, a la satisfacción familiar. Las publicaciones tienen correspondencia con lo que se escribe en la región.  

Pareciera que el quehacer del historiador lo han reducido a hacer crónicas situadas, biografías de personajes ilustres, y en el mejor de los casos antologías locales. El oficio del historiador no consiste ya en explicar acontecimientos, en investigar y presentar argumentos de lo sucedido, en exponer las contradicciones sociales y económicas de cierta realidad, y desde luego en la transformación de la misma.

Limitado por la escasa publicación historiográfica y la nulidad en la discusión sobre interpretaciones, métodos, recursos, descubrimientos y replanteamientos de temas, en este ensayo se intenta desglosar una dinámica distinta del quehacer del historiador en Escuinapa, el ejercicio consiste básicamente en contrastar la información presentada en dos libros biográficos en un marco conceptual mucho más amplio que la biografía, porque sólo en el contexto social, económico y político, se pueden comprender los personajes estudiados.

Se pretende discutir la idea, el concepto que se tiene del trabajo del historiador, porque sólo en el debate de las ideas se podrán despejar nuevas rutas de acceso hacia los objetos de investigación, así sea la biografía.

Dr. Jorge Macías Gutiérrez, nuestro cronista.

Jorge Alberto Macías Gutiérrez se integró a nuestro municipio como Doctor, y con el tiempo desempeñó varias funciones, entre las que destacan su papel como agente político y cronista oficial.

Entre las aportaciones realizadas, además de ciertas crónicas locales que nos recuerdan los matices que ha tomado el pueblo en el último siglo, fue su debate por la toponimia de Escuinapa.

Nadie más, salvo él, ha discutido con tanto celo el origen local, a tal grado que discrepa con Don Eustaquio Buelna, y vaya que poner en duda las sentencias de Buelna no basta tener atrevimiento, se requieren fundamentos, y es lo que expone.

En su libro Escuinapa nos dice: “Para contextualizar el tema sobre la etimología de Ixcuinapa es necesario mencionar la toponimia tradicional propuesta y aceptada ya por la costumbre, emitida por Don Eustaquio Buelna; quien a priori, menciona que Escuinapa quiere decir, lugar de perros del agua”. (2009. Pág. 31)

El Doctor Macías cuestiona la definición al ser aceptada por tradición, pero también por su contenido, señala que Escuinapa también puede derivar de la diosa epónima Ixcuina, que es la diosa del parto, de la carnalidad, de los pecados sexuales.

La investigación le llevó a reconceptualizar Ixcuina como “la diosa del parto, de la carnalidad, de los pecados sexuales, diosa del algodón, diosa del maíz; deidad con una triple advocación como: Tlazolteotl, diosa de la basura, entendiéndose por basura los pecados carnales tales como: el incesto, la sodomía, el adulterio, etc. Otra advocación era como la diosa Tlaelcuani, que significa la comedora de basura; las tres con facultades para redimir dichas aberraciones” (2009. Pág. 31)

La información que circulaba en la época de Eustaquio Buelna, le permitió definir la toponimia de algunos pueblos. El Doctor Macías asumió con recelo la investigación del origen de Escuinapa, puso en duda el planteamiento existente, e investigó a profundidad los significados expuestos por Buelna, insostenible desde su percepción para todos los casos.

Sobre Escuinapa abre una línea de investigación interesante que nadie más hasta la fecha ha dado continuidad, nos lega ese precedente valioso poco valorado por académicos, intelectuales y estudiosos en la materia.

Solo en su peregrinar, Macías avienta la piedra al agua quieta del estanque: “Apoyado en razones de índole iconográficas, arqueológicas, geográficas, de ritos y mitos. Existen muchas posibilidades de que Ixcuina pudiera ser la deidad base de la toponimia propuesta para la población de Escuinapa” (2009. Pág. 31)

Esa costumbre de la que reniega el Doctor tiene que ver con el desinterés que existe en Escuinapa por investigar sus raíces, de espalda a los acontecimientos históricos, ha terminado por mandar al olvido ese interesante planteamiento.

Agustín Velázquez Soto en su artículo Raíces Prehispánicas en el arte y la religiosidad actual de los pueblos del sur de Sinaloa, da su respaldo a la interpretación del Doctor Macías: “Todo parece indicar que en Escuinapa existió un centro ceremonial en el que se celebraban ritos en honor a la fertilidad y a los elementos vitales” (2003. Pág. 17).

En las siguientes páginas del mismo artículo, Velázquez Soto coincide en buena medida con el autor aludido: “Comparto con pocas reservas la propuesta de Jorge A. Macías en las que sugiere que en Escuinapa se realizaban ritos dedicados a Izcuina, la diosa de la fertilidad” (2003. Pág. 19)

Independientemente de la tradición, el Doctor Macías no se da por vencido, su convicción le empuja a plantear ya sin tapujos: “don Eustaquio Buelna me merece todo respeto, pero: no siempre el que opina primero sobre un tópico tiene la última palabra” (2009. Pág.35)

Vuelve a la carga con el tesón que le caracteriza, pero ya no solo, encuentra en el camino el respaldo de otros investigadores que por sus propios medios rechazan los aportes de Buelna en lo referente a las toponimias de distintos lugares. Guzmán Betancourt (1991) deduce “en algunas ocasiones se comporta como uno de estos aficionados (Eustaquio Buelna), sobre todo en lo que respecta a su endeble discernimiento entre lo que es pertinente, en una determinada argumentación y aquello que no lo es, por consiguiente, sus toponimias e interpretaciones semánticas deben considerarse en general únicamente como intentos provisionales, tendientes a zanjar cualquier estas incógnitas” (2009. Pág. 35)

Da gusto ver al Doctor Macías polemizando contra los vestigios conceptuales, se saluda ese gesto para el tema que nos convoca de la historia. Vuelvo a repetir, no se ha evaluado la importancia de su labor como cronista, en su enorme esfuerzo se sintetiza el profundo vacío del que éramos, y quizá seguimos siendo como pueblo.

Tuvo que ser una persona no nacida aquí, y sin profesar el oficio de historiador por formación, para asumir un papel de relevancia invaluable. Porque quien quiera conocer algo de Escuinapa, quiérase o no, tiene que pasar por los libros del Doctor Macías.

Una vez poniendo en duda la definición de Buelna, encuentra en su estudio histórico las causas por las cuales, Ixcuina es definida como se conoce oficialmente. Dichas causas parten desde la evangelización franciscana y la concepción moralista implícita en su doctrina religiosa “a partir de la influencia religiosa los promotores de la doctrina cristiana, no encontraron las virtudes morales y éticas suficientes a la deidad, y conociendo sus atributos y escasas virtudes de la divinidad epónima, no consideraron sensato perpetuar su nombre, máxime que la diosa representaba muchos de los vicios sociales que pretendían corregir y combatir, en base a su pensamiento ético-religioso, como era la poligamia tan acendrada” (2009. Pág. 34)

Así como el Doctor Macías asumió frente a lo que existe una postura gallarda, sin que ello signifique que tenga la razón, el debate está asentado sin debatientes; por un lado, está la versión tradicional que se escuda en argumentos morales; y por otro, los resultados de su investigación, una versión más detallada en documentos, trabajo de campo y supervisión de materiales.

Lo más valioso en su haber como investigador descansa en la definición de Escuinapa, también poseía una prosa elegante y clara, en sus crónicas nos devuelven un aroma fresco de la lluvia reciente en nuestro pueblo, su papel de organizador de eventos culturales y un sinnúmero de actos de orden público.   

Dentro de toda su producción, hay un libro que ha pasado inadvertido para la mayoría de los escuinapenses, escribió sobre uno de los personajes más conocidos y enigmáticos al mismo tiempo. Lo cierto es que la actitud crítica que asumió ante Buelna, la hizo a un lado cuando redactó la biografía de Don Natividad Toledo.

En el libro de Natividad Toledo, Macías se traiciona, con intención o sin ella; se rebela del biografiado, se le escapa el grito de rebeldía que da pie a leer su investigación desde otro enfoque, al grado de parecer, más que una biografía una antibiografía.

El culto al poder o la forma de concebir la historia

El libro Don Natividad Toledo (Hombre del sur de Sinaloa) fue escrito por Jorge Macías Gutiérrez, bajo el auspicio de La Crónica de Sinaloa, A. C., y el Consejo Ciudadano para el Desarrollo Cultural de Escuinapa, así como el Diplomado en Geografía e Historia de Sinaloa, en el año 2004, del sello Creativos 7 Editorial.

Prologado por el conocido impulsor de la historia y editor, Nicolás Vidales Soto, quien sutilmente adelanta el tono del contenido un tanto lisonjero sobre “un hombre que cumplió a carta cabal su destino social”. Después agrega en el mismo sentido “un agudo visionario”, “el empresario más significativo del sur”, creando “su fortuna en el esfuerzo personal”.

“Acumuló como producto natural de la lógica capitalista”, nos dice Vidales Soto, pero deja de lado exponer en qué consiste esa lógica mediante la cual el biografiado acumuló riquezas.

También resalta la empresa asumida por el Doctor Macías, ya que el trabajo biográfico es uno de los grandes obstáculos de la historia, “presentándolo en forma completa, con todas las facetas vitales llenas de luces y sombras, sin desmerecer la personalidad en proceso de análisis, ayudándonos a entender algunas razones que lo indujeron a actuar de tal o cual forma” (2004. Pág. 6)

El libro se inicia dando pie a los hombres ilustres que en toda geografía y tiempo surgen, y donde, desde luego, Sinaloa no es la excepción, en ese marco se expone los elementos claves del biografiado, no sin antes, y limpiándolo de toda culpa y crítica lo desvincula de la cita de Papá Goriot, la novela más emblemática de Balzac que a continuación reproducimos: “el secreto de las grandes fortunas consiste en un crimen olvidado que fue realizado pulcramente antes de un robo” (2004. Pág. 7)

El método de Macías consiste en eliminar todo cuestionamiento, porque si bien, desde la perspectiva de Vidales Soto, existen claroscuros en todo personaje, el autor se enfoca en los claros, y los oscuros le van restando importancia en el transcurso de la narración. El Doctor Macías nos dice, si bien el secreto de las grandes fortunas consiste en un crimen olvidado, esa regla es una excepción en el caso de Natividad Toledo.

Antes de formular una pregunta ya responde con anticipación, “aunque no es el caso de nuestro biografiado, este antiguo dicho no es ajeno a otros personajes encumbrados” (2004. Pág. 7)

Mientras avanza el relato su letanía continúa: “Si el Estado ha sido favorecido pródigamente por la naturaleza, también lo ha sido en grandes hombres dedicados a la minería, agricultura, ganadería, industria y el acaparamiento de tierras” (2004. Pág. 7)

Este mismo recurso de exaltación relacionada con los bienes acumulados lo realiza Arturo Santamaría en una versión empobrecida sobre el Doctor Rivera, su exposición no llega a la categoría de biografía, es una especie de relatos de familiares y amigos con cierta organización, con una interpretación de su vida empresarial y su proyección en distintos ámbitos comerciales, sobre este libro se hablará más adelante.

Para el cronista local, hombres como Natividad Toledo “acumularon grandes capitales en base a su fructífero trabajo, iniciativa y acrisolada honorabilidad”, quiere decir que para él la riqueza acumulada se explica partiendo del esfuerzo personal, y no como sugiere la historiografía, de las condiciones materiales, de las contradicciones sociales, la lucha de clases dentro de ella.

El método empleado por Macías (y Santamaría) dista mucho de arrojar los resultados que expliquen con hechos el por qué el héroe de su estudio llegó a ser trascendental. Dicho camino arroja pocas luces para entender a cabalidad al personaje, en lugar de eso lo vuelve oscuro, intangible.

Posteriormente, Macías presenta una lista de terratenientes desde el norte hasta el sur del estado, todos en absoluto lo fueron gracias a las relaciones con la estructura política porfirista. A Natividad Toledo lo excluye por razones personales, ya expuestas, hasta llegar a la mitad del libro, en uno de tantos deslices, menciona el vínculo con la estructura porfirista “en alguna forma resultó beneficiado por la política antiagrarista de Don Porfirio Díaz y del General Francisco Cañedo, durante su también prolongado periodo gubernamental en Sinaloa; es casi seguro que ambos fueron otros de los personajes por los que sentía una admiración especial” (2004. Pág. 69) 

En la anterior cita no sólo se afirma el beneficio de Toledo de un modelo económico basado en la agricultura, también del gobierno dictatorial que tenía su correspondencia en la figura del terrateniente, siendo Natividad Toledo la pieza central en el sur de Sinaloa.

En Macías como en Santamaría, estos hombres ilustres son los agentes del progreso social, impulsores del desarrollo. Con esta concepción de la historia, el terrateniente, figura emblemática del periodo porfirista, no tiene implicaciones negativas en la sociedad, ni pisotea los derechos laborales, ni trastoca la justicia.

La figura del terrateniente está dimensionada en un contexto específico; el porfiriato, la revolución no eliminó este sujeto histórico puntualizándolo como uno de los motivos de la lucha armada. El terrateniente sobrevivió la gesta revolucionaria, el cardenismo, la dictadura priista, la alternancia y aún con la llamada 4T, lejos de desaparecer se consolida con nuevos ropajes.

Después de la gesta de 1910, algunos destacados revolucionarios pasaron a formar parte del selecto grupo de terratenientes como Ramón F. Iturbe, Juan Carrasco, Ángel Flores y Juan José Ríos, todos ellos desfilan en el carnaval cómico de nuestra historia como los hombres ejemplares a enaltecer en una revolución donde la cuestión agraria que fue el problema de fondo, no pudo resolverse.

Queda la impresión que las contradicciones del libro son inducidas por Macías como forma de debate interno; por un lado, la biografía le impone la temática sobre Toledo; por el otro, su yo crítico le impulsa a lanzar dardos aislados que pasan desapercibidos a simple vista, pero una vez uniendo esos dardos se puede concluir que es el Doctor Macías quien pone en predicamento la acumulación de riquezas de su biografiado, con los argumentos que expone lo juzga y sentencia.

Cuando su personaje contrae nupcias con Jesús Contreras Barajas entre 1896-1897 su otro yo lo desborda, hay una ruptura trascendental en el relato. Si bien Macías se deshace en elogios por Natividad Toledo al llegar a acumular un poderío económico que lo colocaba a la altura de los grandes propietarios de otras regiones, nunca explica cómo es que llega a dar ese salto, la poca información que maneja induce a pensar que el matrimonio fue el punto de arranque de su enorme riqueza.

No hay previo al acontecimiento señalado un solo elemento que constate a Don Natividad como hombre poderoso económicamente hablando, todo parece indicar que fue el enlace matrimonial el punto de inflexión, dado el estatus de la familia Contreras Barajas tenía en Huajicori, Nayarit.

Macías se brinca esta etapa, dejando más dudas que certezas, es cuando la frase de Balzac detrás de un gran capital había existido o un gran hurto o un crimen le juega en su contra, quizá esa fue la intención, por eso inicia su libro citando al escritor francés cuando no había necesidad dado que Balzac pinta con lujos de detalles a los estafadores de París. Intencional o no, eso sólo Macías lo sabe.

¿Quiere decir que Natividad Toledo cometió un crimen o hurto para hacerse de riqueza como lo sustenta Balzac? No hay argumentos claros para sustentar dicha sentencia, Macías como estudioso del biografiado tampoco explica cuándo y bajo qué circunstancia sucedió el amasamiento de riquezas de Toledo, dejándolo a la suerte de la especulación, lo único con base es la riqueza de la familia de su esposa.

Como recurso para proteger al héroe de su obra, Macías elude explicar las contradicciones de clases existentes, el sistema de despojo y monopolio que representó el Porfiriato, donde Toledo se desenvuelve en su mayor esplendor.

La teoría que sostiene que el contexto se sujeta al individuo, coloca el yo por encima de las condiciones materiales de la vida, de esa base filosófica parte Macías para desarrollar su trabajo biográfico.  

Todo hace suponer que detrás de todo capital hay un hurto o crimen, quizá el acto matrimonial puede considerarse como medio para hacerse de fortuna. La obra de Balzac, con la que arranca el libro el Doctor Macías, nos habla de los intereses en juego en una sociedad donde el egoísmo y lo material marca el pulso cotidiano, eres si tienes, y para tener tienes que robar a los demás, sea por la violencia o las leyes

Su característica de hombre hacedor de hijos, le permitió extender su genética por todos lados, esa faceta es de las más conocidas localmente, no así la prepotencia como patrón, la impunidad en el crimen por parte de uno de sus hijos y el soborno ante las autoridades por el ultraje. Macías da cuenta de estas acciones propias en una persona con poder económico.   

El respaldo y beneficio de la estructura porfirista se ven reflejados nítidamente en el Capítulo IV, correspondiente a la actividad agrícola y comercial, situándolo en esa casta social que Macías intenta desligarlo inútilmente: “Posiblemente también manejó medieros, con este nombre se le conocía a los trabajadores del campo que entregaban del 50 al 53% de la cosecha o producción ganadera, en pago del terreno usufructuado” (2004. Pág. 37)

En el mismo párrafo titubea un poco, Macías entiende que su héroe sólo puede comprenderse en un contexto específico, y ese contexto está compuesto por relaciones económicas, sociales, políticas e ideológicas, mismo que le descompone el rostro, mientras más avanza en su trabajo nuevos elementos salen a relucir en su exposición, tiene la gallardía de presentarlos: “es muy probable que también haya recurrido a la aparcería, que por concepto de pago de la venta entregábanle una parte de la cosecha y del ganado” (2004. Pág. 37)

Las contradicciones en la exposición de Macías no son fortuitas; tiene el compromiso oficial de presentar una imagen caritativa de Natividad Toledo; pero también consigo mismo investigador, la ética del historiador en dar a conocer lo que hay tras el telón en la vida del personaje, este adentrarse en las profundidades, en las causas, relaciones y consecuencias, hace que Macías, quien no escatimó poner en predicamento la vigencia de la toponimia de Don Eustaquio Buelna sobre Escuinapa, sostuviera la postura crítica ante su objeto de estudio, su antibiografía.

Santamaría y la perversión académica

El sociólogo, politólogo, académico, líder de opinión, escritor y empresario Arturo Santamaría Gómez intenta hacer una biografía del Doctor Ernesto Rivera Guzmán, puesto que su contribución consistió en organizar el contenido y prestar sus credenciales como investigador para dar un status de seriedad al libro.

Santamaría repite las palabras de Macías cuando habla del doctor Rivera en los siguientes términos: “Era una persona con enorme capacidad de trabajo, precedida por una clara intuición para descubrir ventanas de oportunidad. Pero eso no era gratuito porque resultaba de su poderosa capacidad de estudio y observación” (2018. Págs. 3 y 4).

Pese a los vínculos existentes entre ambas obras, no hay punto de comparación en la calidad del contenido de las biografías, Macías presenta argumentos mediante una exhaustiva revisión historiográfica, en cambio, Santamaría, apenas un bosquejo general producto de las anécdotas que le contaron.  

Los apartados de familiares y amigos dan cuenta de los lazos afectivos construidos, además de los recuerdos dejados por el Doctor Ernesto Rivera, eso es normal. En los apartados donde Santamaría y su alumna hablan del biografiado se ve el cambio discursivo: “hasta sus últimos días demostró entusiasmo por nuevas ideas en busca de aumentar el valor de la producción, no sólo para enriquecimiento individual, sino para el bien colectivo” (2018. Pág. 48)

Santamaría es cuidadoso en la elección de las palabras, si el Doctor Rivera hasta el último día de su vida buscaba enriquecerse (aún más), no significa que el resto de la sociedad como colectivo aspirara a un beneficio en los mismos términos; para el primero utiliza la palabra “enriquecimiento”; para el resto sólo un bien colectivo, lo cual es subjetivo porque no detalla en qué consiste y cómo es ese bien colectivo.

El Doctor Rivera fue un empresario con inclinaciones poderosas hacia el turismo, y Santamaría es difusor del turismo desde la academia, por eso no extraña la relación entre ambos. Es una desgracia que proyectos lucrativos como el CIP reciban el beneplácito de la academia universitaria, justificando ante la negativa de ecologistas y productores locales.

Recientemente el ejecutivo nacional ha dicho que el proyecto CIP o Playa Espíritu fue un elefante blanco, en cambio el ejecutivo estatal agregó que se tiraron tres millones de pesos a la basura. Nadie en nombre de los intermediarios o voceros municipales del esfumado proyecto turístico ha dado la cara para explicar lo que se ha publicado en distintos medios, y cómo lo que en su momento se difundió como la panacea económica del municipio terminó en un fraude.  

El semanario Río Doce publicó el 20 de agosto de 2023, CIP Playa Espíritu, otro millonario proyecto fallido “Concebido en el sexenio de Felipe Calderón (2005), el Centro Integralmente Planeado (CIP) de Escuinapa arrancó en medio de protestas de ambientalistas que lo veían como un proyecto desfasado que daría al traste con la riqueza natural, incluyendo los mantos freáticos de los que depende el riego de 8.4 mil hectáreas, que producen 506 mil toneladas de hortalizas, generan más de 18 mil empleos y ganancias anuales por 930.81 millones de pesos (estimados en 2014)”.

La autora del artículo, Nelda Ortega es contundente con los resultados del proyecto: “No trajo las inversiones proyectadas ni hubo captación de divisas, y la derrama económica regional quedó en el discurso”.

¿Quiénes ganaron y quiénes perdieron con ese proyecto turístico creado para especular?, ¿en qué situación queda la Universidad Tecnológica de Escuinapa, diseñada para formar a los jóvenes que se emplearían en ese proyecto turístico hoy fraudulento?, ¿dónde quedaron sus mediadores e impulsores?, ¿qué será de esos jóvenes estudiantes cuando en el futuro inmediato se topen con la cruel realidad de que los empleos prometidos no existen ni existirán?

En fragmentos de las entrevistas al Doctor Rivera es muy claro en la manera como veía a la gente, acorde de una persona con perfil empresarial: “si no se nos permite explotar el turismo y crear más empleos, estaremos creando malvivientes, delincuentes” (2018. Pág. 66).

En otro apartado se describe de cuerpo completo al decir todas esas gentes representan fuerzas productivas”, en efecto, fuerzas productivas al servicio de los grandes inversionistas. “En la zona de Teacapán hay que crear campos de golf, traer gente para que tenga la oportunidad de conocer de primera mano la belleza de este destino y su oferta de turismo cultural” (2018. Pág. 107)

Santamaría también se transparenta, no escatima sus concepción de vida e intereses: “debería ser un CIP minimalista, ecológico, plenamente amistoso con el medio ambiente y que integre las vocaciones productivas de la región tanto en la dotación de alimentos –si son orgánicos mucho mejor- como productos turísticos en sí”, antes de que concluya el párrafo saca la guadaña escondida; “Un paradigma de este tipo integra, por ejemplo, a los pescadores a los servicios turísticos y a los productores agrícolas también” (2018. Pág. 121)

Desde la óptica de ambos empresarios, uno como mediador de proyecto turístico y el otro como aval académico, el pescador y el campesino pueden dejar de realizar sus actividades para buscar trabajo en el proyecto, porque el CIP lo es todo. Bueno, hoy podemos ver en qué ha parado tal proyecto, en un fracaso.

La destrucción tras el Progreso

Hay una disputa de egolatría entre quienes priorizan la ganancia por sobre el patrimonio colectivo y cultural. Tanto el Doctor Rivera como el exgobernador Toledo Corro, se asumen como los creadores de esa idea genial de construcción de una pista de aviones con las conchas de las pirámides de El Calón.

Tanto uno como otro tienen sus escribanos; en el caso del Doctor Rivera es el propio Arturo Santamaria, en la biografía ya citada expresa con adulación: “No hay muchas personas que puedan presumir que construyeron un aeropuerto, y menos aún haberlo hecho sin recursos federales ni estatales” (2018. Pág. 95)

El problema no consiste en quién tuvo la genial idea del aeropuerto, sino en dónde y con qué materiales se hizo. La destrucción de vestigios antiguos produjo jactancia en Santamaría como en Enrique Ruiz Alba, quien agrega: “Se afirma que es único en su tipo en el mundo; que ni gringos ni rusos tienen uno igual, ni a los japoneses se les ha ocurrido hacerlos en serie” (2003. Pág. 204)

La cita anterior muestra adónde llevan las ocurrencias; la destrucción promovida por gobernantes, llevan el beneplácito de periodistas e intelectuales aduladores del poder, como ocurrencia es rifar el elefante en blanco llamado CIP.

Sobre la relación de los historiadores en Sinaloa con los gobernantes, Ruíz Alba expresa en sus palabras la inclinación lisonjera que predomina: “Y así Escuinapa se precia y presume de contar con el primer aeropuerto del orbe con pista construida totalmente de concha de ostión, de cáscara de molusco triturada, de materia calcárea extraída hace siglos por las tribus aztecas” (2003. Pág. 204)

Pensando en la inversión extranjera y el auge del turismo internacional se sacrificó el patrimonio local, porque para Santamaría eso colocaba a Teacapán en el mapa mundial. Poner a Teacapán en boca del mundo mediante la destrucción fue más importante que la conservación del medio ambiente.

La destrucción encabezada por los ilustrados provocó malestar en Joaquín López Hernández, historiador de Teacapán, el único que evaluó las repercusiones adversas del Progreso porque esas pirámides de conchas “representaban la única conexión con la prehistoria regional. Los montículos fueron usados como material de relleno para subir niveles de terrenos y calles de Teacapán, otros para reparar tapos” (2003. Pág. 75)

En otro párrafo el cronista local agrega con dolor: “la mayor desgracia ocurrió cuando al Gobernador Toledo Corro se le ocurrió en 1982 construir un aeropuerto con una pista de dos kilómetros” (2003. Pág. 75)

El lamento de Joaquín López Hernández tiene que ver con el alcance de esa destrucción, se ha perdido esa conexión con el pasado, sentencia. Su voz como la de otras y otros más ha sido opacada por la cantidad de tinta en justificación de las ocurrencias destructivas de las autoridades estatales, municipales y empresarios emprendedores de la región.

Es una gran tragedia la destrucción de El Calón como del antiguo Escuinapa asentado en la zona de Juana Gómez. La destrucción no es casualidad, son las secuelas del Progreso, de ahí el quehacer del historiador de ser colocar preguntas incómodas en las acciones que repercuten en la sociedad, el oficio no consiste sólo en mirar el pasado desde el presente, también cómo ese pasado deja sus rastros de existencia en el futuro, si es que, los acontecimientos que transcurren nos permiten en sus resquicios imaginar ese futuro y la forma de habitarlo.

Cruz Antonio González Astorga

Bibliografía 

Encuentros con la Historia. Escuinapa, Tomo I. José María Figueroa. Gilberto López Alanís. Once Ríos Editores. 2003.

“Don Natividad Toledo. Hombre del sur de Sinaloa”. Jorge Macías Gutiérrez. Creativos 7 Editorial. 2004.

“Escuinapa”. Jorge Alberto Macías Gutiérrez. Ediciones Bicentenario, Serie Municipio Libre 1. 2009.

“Dr. Ernesto Rivera Guzmán”. Arturo Santamaría Gómez. SG Hermanos Ediciones y Publicaciones. 2018. CIP Playa Espíritu, otro millonario proyecto fallido. Nelda Ortega. Río Doce. Agosto de 2023.

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1 Comment

  1. Joaquín López Hernández dice:

    Agradezco el comentario sobre mi punto de vista con respecto a la destrucción de los conchales y el Calón. Doctorados aparte, ni Macías, ni Santamaría, ni un servidor, somos historiadores. Como cronista de Teacapán, me declaro incompetente como historiador. Afortunadamente cuento con el apoyo de mis amigos que sí lo son y me facilitan sus estudios en las áreas que les corresponden y si hay publicación, sólo piden el crédito correspondiente. El cronista tiene la ventaja de que no se limita a ciertos periodos históricos, y me consta que los historiadores son muy objetivos, nunca se salen de sus áreas de interés. Y no es que no puedan, pero, para qué perder tiempo en investigar la Revolución si su compromiso es estudiar el siglo 18?

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