El Tren Maya: un proyecto para el futuro


Por Erick Calderón

En la actual administración de Andrés Manuel López Obrador, la ejecución de planes de infraestructura de gran envergadura ha estado, sin duda, en el centro de la atención pública y el debate desde su comienzo. Una de las iniciativas que más sobresale en este contexto es el Tren Maya, un ambicioso proyecto que busca conectar diversas regiones del sureste de México con el fin de estimular el desarrollo económico y turístico además de fomentar la conectividad regional.

En este sentido, es fundamental abordar la pregunta que surge de manera natural: ¿están este tipo de proyectos de infraestructura debidamente justificados desde una perspectiva social? La respuesta es, sin lugar a dudas, afirmativa, ya que es ampliamente reconocido que la región sureste de México ha enfrentado históricamente un considerable abandono en términos de desarrollo social y económico. Además, la conectividad en esta área suele ser insuficiente, costosa y poco eficiente, hechos que sin duda han contribuido a perpetuar las desigualdades. En este contexto, la inversión en proyectos como el Tren Maya se considera un paso importante para abordar estas deficiencias y promover un desarrollo más equitativo y sostenible en la región.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que los proyectos de infraestructura a gran escala a menudo atraen un intenso escrutinio y críticas debido a su magnitud, la monumental cantidad de trabajo involucrado y las inversiones considerables que conllevan.
Por lo tanto, es esencial analizar estos proyectos de manera objetiva, separando la controversia mediática de los hechos concretos.

En el caso del Tren Maya, es evidente que no ha pasado desapercibido a la crítica, y uno de los argumentos en su contra se ha centrado en su posible impacto ecológico. Sin embargo, cabe preguntarse ¿acaso no es cierto que cualquier transformación humana de la naturaleza conlleva cierto grado de alteración ambiental?, es decir, ¿realmente existen formas de avanzar tecnológicamente y mejorar la calidad de vida sin afectar el entorno natural? La respuesta, en términos generales, es no, pero esta afirmación necesita matizarse, ya que, a menudo, la relación entre el desarrollo humano y la preservación del medio ambiente es compleja y presenta una zona gris que ha sido explotada especialmente por medios de orientación conservadora, que han convertido el impacto ecológico en su tópico favorito de crítica.

Con esto no se busca censurar la crítica, ya que claramente es importante reconocer que la discusión sobre el equilibrio entre el desarrollo y la conservación ambiental es fundamental y aunque si bien, es inevitable que las acciones humanas tengan algún efecto en la naturaleza, la clave radica en minimizar estos impactos, adoptar prácticas sostenibles y utilizar tecnologías que reduzcan al máximo las consecuencias negativas para nuestro entorno.

En el contexto del Tren Maya el desafío de buscar un equilibrio entre los objetivos de desarrollo económico y turístico y la preservación del entorno ambiental es otra razón por la que el proyecto destaca ya que su propósito no solo es conectar y fomentar el desarrollo de la región, sino también por tomar una serie de medidas enfocadas en la sostenibilidad ambiental. Un ejemplo destacado es el programa Sembrando Vida, reconocido como el programa de reforestación más extenso a nivel mundial. Este monumental esfuerzo se materializa en la plantación de 500 millones de árboles frutales y maderables en el sureste mexicano, una iniciativa destinada a revitalizar la cobertura forestal y promover la conservación de este valioso ecosistema.

Además, una faceta fundamental del Tren Maya es su compromiso con el uso de energía limpia. Alrededor del 44% de la vía ferroviaria será electrificada, reduciendo así las emisiones contaminantes. En un esfuerzo adicional por mitigar su impacto ecológico, el diésel utilizado en el proyecto será bajo en azufre y se aplicará en toda la región, lo que contribuirá a una disminución significativa de la contaminación atmosférica. Más allá de la infraestructura ferroviaria, se han implementado medidas específicas para proteger los recursos naturales de la región. La construcción de viaductos y puentes atirantados garantizará la preservación de cenotes, cavernas y ríos subterráneos. Además, se llevará a cabo la construcción de pasos de fauna, un componente vital para mantener la biodiversidad, así como obras de drenaje diseñadas para regular el flujo del agua en toda la ruta del tren.

Por otro lado, desde una perspectiva a largo plazo, el uso del tren no solo resulta más amigable con el medio ambiente, sino también más económico tanto para los individuos como para la sociedad en su conjunto. En primer lugar, los trenes son inherentemente más eficientes en términos de consumo de energía por pasajero-kilómetro que los automóviles y los aviones. Esta eficiencia se acentúa aún más cuando se emplean trenes eléctricos alimentados por fuentes limpias de energía. Además, los trenes tienden a producir menos emisiones de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO2), por pasajero transportado en comparación con otros medios de transporte, especialmente en trayectos largos. Además, al fomentar el uso del transporte público y reducir la dependencia de vehículos individuales, los sistemas ferroviarios contribuyen a aliviar la congestión urbana, lo que mejora la calidad de vida en áreas urbanas y reduce los costos asociados con la infraestructura vial. Esta combinación de beneficios económicos y ambientales respalda la adopción de sistemas ferroviarios eficientes y sostenibles como el Tren Maya.

Claro que es esencial destacar que la preocupación por el medio ambiente es legítima y necesaria, sin lugar a dudas, sin embargo, resulta lamentable que, en muchos casos, esta preocupación se utilice selectivamente como una herramienta política, a menudo pasando por alto o minimizando los beneficios sustanciales que proyectos como el Tren Maya aportan a la región. Resulta irónico que aquellos que hoy se presentan como defensores del medio ambiente rara vez mencionan los daños ambientales causados por administraciones pasadas, como el caso del Proyecto Hidroeléctrico La Parota, propuesto durante los gobiernos de Fox y Calderón, o los proyectos mineros que contaminan el Río Sonora y dañaron el patrimonio natural y cultural en San Xavier, San Luis Potosí.

Estas administraciones no solo descuidaron la protección del entorno natural, sino que también permitieron proyectos que devastaron ecosistemas enteros en busca de beneficios económicos a corto plazo, utilizando técnicas como el fracking y la explotación a cielo abierto. La inconsistencia en la atención al medio ambiente, dependiendo de las agendas políticas, resalta la necesidad de abordar de manera equitativa y objetiva los desafíos ambientales y encontrar soluciones sostenibles que equilibren el desarrollo económico y la preservación del entorno natural.

Asimismo la construcción del Tren Maya ha propiciado descubrimientos arqueológicos, inesperados en la región, lo que plantea la pregunta: ¿no es factible creer que algunas de estas reliquias culturales nunca hubieran salido a la luz si no fuera por la magnitud del proyecto de infraestructura? Estos hallazgos aportan un valor incalculable al conocimiento histórico y cultural de la civilización maya y de la región en su conjunto. Sin embargo, junto con su revelación surge la imperiosa necesidad de implementar medidas adecuadas para preservar y conservar estos tesoros culturales. La interacción potencial con la infraestructura y la actividad humana contemporánea plantea desafíos considerables en términos de protección.

Por lo tanto, es esencial equilibrar el impulso hacia el desarrollo económico con la salvaguardia del patrimonio histórico y cultural, una responsabilidad que se integra al proyecto del Tren Maya y que suma a tener un mundo cada vez más consciente de la necesidad de conciliar el desarrollo y el progreso desde una perspectiva ética y humana.

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