Ética y Política: Reflexiones sobre la inclusión de expriistas y expanistas en MORENA Sinaloa. ¿Reconciliación u Oportunismo?

En un evento reciente en Culiacán, Sinaloa, la política mexicana presenció un giro inesperado cuando figuras prominentes del PRI, PAN y otros partidos se unieron a las filas de Morena. Entre los recién llegados se encontraban exalcaldes, legisladores y líderes partidistas que, en el pasado, no escatimaron en calificar a los morenistas durante años con términos peyorativos como “nacos”, “chairos” y “muertos de hambre”, por lo que la decisión del gobernador morenista, Rubén Rocha Moya, de darles la bienvenida a este partido ha desatado un debate sobre la coherencia ideológica y la sinceridad en la política.

Este episodio plantea varias preguntas, pero es necesario considerar una que es crucial: ¿puede perdonarse así sin más y olvidarse el pasado de desprecio de estos individuos hacia el morenismo y hacia AMLO en aras de una visión política más amplia? No es sencillo de responder esta cuestión, ya que la inclusión de políticos sin prestigio en Morena, además de ser contraintuitiva, es también un evidente e innecesario desafío a la integridad ideológica del partido, pues aunque el gesto de apertura y unidad de Rocha Moya y Claudia Sheinbaum busca fortalecer la coalición de la Cuarta Transformación, lo cierto es que este ha suscitado la indignación de la militancia que ha luchado incansablemente por sus ideales.

Por estos motivos, esta inclusión es, en definitiva, sumamente controvertida ya que si bien la política debe ser un espacio donde se permita la evolución constante y la unión de diversas voces, tampoco debemos pasar por alto el pasado de estos nuevos miembros que menospreciaron de manera flagrante a quienes abrazaron el morenismo desde sus inicios, incluso desde posiciones de poder. Por ello que otra cuestión que prevalece es si esta inclusión representa un genuino cambio de corazón o simplemente una estrategia oportunista para avanzar en el escenario político.

Por otro lado, no sólo debe preocuparnos la sinceridad de su supuesta conversión política, la cual es una incógnita, sino también debemos analizar que la situación plantea retos significativos para la confianza de la base morenista, ya que, además, el temor de que al abrir las puertas a estos expriistas, se pueda permitir la entrada de personas sin los mismos principios se vuelve cada vez más justificado, lo que podría dar lugar a prácticas políticas que se asemejen más a comportamientos mafiosos como es la costumbre en el priismo, o a tener una amalgama ideológica problemática e inoperante por partido, en lugar de mantenernos firmes en la búsqueda de la transparencia y la ética necesarias en la política. Asimismo este episodio también nos recuerda que la reconciliación puede ser una tarea dura, y la lealtad de quienes se unen a un movimiento debe ser demostrada mediante acciones concretas, más allá de las meras palabras.

En este contexto, esta situación también nos lleva a cuestionar la autenticidad de la vocación política de aquellos quienes optan por unirse a un partido en el momento de su auge, lo cual hace evidente que algunos de estos recién llegados no han experimentado la perseverancia de estar en las trincheras durante largos períodos de tiempo, tal como lo hicieron los militantes de izquierda en los años en que partidos como el PRD y Morena, en sus inicios, luchaban contracorriente para abrirse camino en el panorama político mexicano.

Durante años, los verdaderos morenistas respaldaron un proyecto que con frecuencia operaba prácticamente en las sombras, logrando avances con una tenacidad y una convicción que no flaqueaban, incluso cuando las encuestas apenas alcanzaban los dos dígitos cuando mucho. Esta divergencia en experiencias políticas subraya la diferencia entre aquellos que abrazaron la política por convicción y aquellos que sólo quieren verla como una oportunidad táctica en momentos de prosperidad.

Siguiendo la lógica anterior, resulta interesante retomar la famosa frase de Bertolt Brecht, la cual cobra mucha relevancia en este contexto en particular:

“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.

Esta reflexión nos invita a considerar el valor de la perseverancia y el compromiso a largo plazo en la política, ya que no cabe duda que los verdaderos morenistas son esos “imprescindibles” que han dedicado sus vidas a construir un proyecto político sólido y genuino, forjando sus convicciones en las adversidades, moldeando su ideología en la lucha constante por un cambio verdadero y sosteniendo su compromiso más allá de los vaivenes de la popularidad.

Es en estos individuos donde encontramos el corazón y el alma del movimiento, aquellos que encarnan la fidelidad a unos ideales sin importar las circunstancias cambiantes. ¿Podemos realmente tomar a la ligera la frase de Brecht? ¿No es contradictorio que aquellos acostumbrados al poder, el privilegio y que no han luchado toda una vida sean ahora recibidos con los mismos brazos abiertos que los verdaderos “imprescindibles”?.

En última instancia, este hecho, que involucra a individuos que, a pesar de su historial de críticas despectivas hacia el morenismo y sus simpatizantes, así como su trabajo como funcionarios públicos, plantea nuevamente una cuestión esencial sobre la relación entre ética y política, pues la ética, compuesta por principios morales y valores personales, suele encontrarse en un complicado equilibrio con las dinámicas políticas, las cuales, más bien suelen estar influenciadas por estrategias pragmáticas y cálculos de poder.

Esta situación también nos invita a recordar que la política, como arena de toma de decisiones y acción pública, puede ser un espacio complejo donde la reflexión moral a veces se ve dolorosamente sacrificada en aras de objetivos políticos, donde los actores a menudo deben equilibrar sus convicciones personales con la necesidad de construir coaliciones, ganar elecciones y lograr objetivos de gobierno.

Acontecimientos como estos, subrayan el hecho de que la política a menudo se encuentra en un terreno de profundas contradicciones, donde los intereses a corto plazo pueden entrar en conflicto con los principios éticos a largo plazo, lo que nos lleva a hacer énfasis en las preguntas anteriormente planteadas: ¿cómo se puede mantener la integridad ética en la política, especialmente cuando se trata de reconciliarse con aquellos que previamente han menospreciado y despreciado la plataforma política a la que ahora se unen? ¿Es justo esperar que la base acepte este hecho sin cuestionarlo? ¿Debemos indagar en si esta inclusión es un gesto genuino o simplemente una manifestación de mero narcisismo, caracterizado por la falta de vergüenza, escrúpulos o remordimiento alguno de estos individuos?

En un mundo donde la estrategia a menudo supera la moralidad, encontrar el equilibrio entre la sinceridad ideológica y las oportunidades tácticas se ha desdibujado completamente, lo que lo convierte ahora en el motivo de lucha fundamental para aquellos que buscan servir con honestidad y vocación al bienestar de la sociedad.

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