Las familias de policías asesinados en resistencia ante el Narcoestado

Mario R. Kato

La verdad siempre se sabe: Todos lo sabíamos, nos lo dijo Anabel Hernández y Ricardo Ravelo, y muchos otros valientes periodistas jugándose el pellejo; pero hoy la justicia gringa nos escupe en la cara las pruebas fehacientes del NARCOESTADO, con la detención de Genaro García Luna. Narcos que patrocinan campañas, gobiernos que simulan combatir el crimen, narcos disfrazados de empresarios que luego quieren pasar a los libros de civismo y brincan a las elecciones, iglesias que dan el perdón a cambio de los dólares, gobiernos que dan contratos a empresas fantasmas que lavan dinero, para ser NARCOGOBIERNOS que lavan el dinero, una cúpula, una clase, un puñado de sujetos ambiciosos que secuestran a toda su comunidad, para ser impunes de todo, para simular que son los “líderes” que protegen a la manada.

La sangre de mi padre: Al comandante lo mataron un 10 de julio, no era el primero, ni mucho menos, sería el último policía asesinado del año 2008, en Culiacán. Pero el 11 de julio, se dio la primera manifestación de policías ministeriales en Sinaloa, se pusieron en paro, y se plantaron afuera del palacio gobierno, para exigir mejores condiciones y la salida del procurador. Desde entonces hubo muchas mejoras para el gremio, la sangre de muchos sirvió para mejorar las prestaciones laborales de los agentes policiales del futuro; para 2011, los sueldos se duplicaron, los seguros de vida también y se les dotó de mejores equipos; en 2015 vino una gran reforma a la ley de seguridad pública, con ella la jubilaciones dinámicas, el respeto de la antigüedad y las pensiones del cien por ciento. La sangre de mi padre germinó y la de todos los policías asesinados en cumplimiento de su deber, dio fruto a mejores prestaciones para su gremio; eso no lo deben olvidar quienes hoy gozan de ellos.

La organización de las familias: Como todo patrón son mierda; los gobernadores se negaron a pensionar a las viudas de los policías asesinados, hoy son más de 700 familias, y muchas de ellas tienen más de 20 años sin haber recibida NADA, ni indemnización, ni seguro de vida, mucho menos la pensión por viudez u orfandad. En el 2016, surgió la esperanza, un grupo de viudas se organizó para exigir ser pensionadas, otras para que se les homologará la pensión a los sueldos actuales de los policías; ese año fue en vano la lucha, en 2017 se presupuesto algo, pero jamás se pagó; por esas misteriosas desapariciones del dinero público que se dan en los gobiernos; en 2018 la quisieron aplicar de nuevo, pero no contaban con los ovarios bien puestos de las viudas, que se plantaron y presionaron hasta el final; en ese año electoral e histórico, 70 familias de policías recibieron pensiones más dignas, para 2019 unas 30 más. Está lucha sigue y seguirá, la tarea es grande, ya que a 4 años de organización, apenas el 10 por ciento de las familias de policías asesinados ha recibido un poco de lo mucho que les debe el NARCOESTADO, sin mencionar la gran deuda de la JUSTICIA para sus muertos.

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