Interceptación en alta mar
Las autoridades israelíes deportaron este martes a la activista climática Greta Thunberg, luego de que fuera detenida a bordo de una embarcación civil que intentaba llevar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. El barco formaba parte de una flotilla organizada por colectivos propalestinos que buscaban romper el bloqueo naval impuesto por Israel desde 2007.
Una misión de ayuda y solidaridad
El Ministerio de Asuntos Exteriores israelí confirmó la detención y posterior expulsión de la joven sueca, de 22 años, quien integraba un grupo internacional de activistas que intentaban entregar alimentos y suministros médicos a la población gazatí. La intervención se produjo en aguas internacionales, lo que ha generado críticas de organizaciones de derechos humanos.
Denuncia global desde las redes
A través de sus redes sociales, Thunberg denunció haber sido “secuestrada” por fuerzas israelíes en alta mar e hizo un llamado al gobierno de Suecia para exigir su liberación. Su mensaje fue replicado masivamente, generando una ola de solidaridad desde movimientos ambientalistas, humanitarios y anticolonialistas.
El bloqueo bajo cuestionamiento
Israel justificó la operación alegando que el intento de ingreso a Gaza violaba el bloqueo naval vigente, pese a que este ha sido reiteradamente cuestionado por organismos como la ONU, que lo consideran una forma de castigo colectivo contrario al derecho internacional.
Activismo interseccional en acción
El caso ha vuelto a encender el debate sobre la crisis en Gaza y la intersección entre el activismo climático y los derechos humanos. La participación de Thunberg refuerza una tendencia en ascenso entre jóvenes líderes globales que denuncian las múltiples formas de violencia estructural.
La resistencia civil continúa
Las organizaciones detrás de la flotilla anunciaron que continuarán organizando misiones similares en los próximos meses, pese a las represalias. El objetivo: visibilizar la situación en Gaza y hacer llegar ayuda humanitaria a su población civil.