Cruz Antonio González
Después de la primera marcha de la ciudadanía contra el ambiente de guerra que se vive en Culiacán y otros municipios, así como la ineptitud de las autoridades de Sinaloa, este domingo 26 de enero la ciudadanía volvió a tomar las calles en busca de paz y buscando la salida de Rubén Rocha Moya.
El que las marchas se hayan dado en Culiacán y no en otras partes no significa que la indignación se limite a la capital del estado, aunque Culiacán es el epicentro de los hechos violentos que se suscitaron en el relevo de los poderes federales hace más de cien días.
No podemos seguir señalando al pasado como responsable de lo que se vive en el presente, si bien López Obrador heredó del régimen anterior una sociedad fragmentada y encolerizada por la corrupción que los distinguía, en ningún momento se planteó, ni ahora Claudia, hasta dónde son responsables ellos.
La estrategia de atacar las causas mediante programas sociales resultó insuficiente, sin el desmantelamiento de las fuentes de ingresos de los cárteles en cuestión, ni la creación de alternativas sociales para los sectores que alimentan estos grupos delictivos. Por ejemplo, se desprotegió considerablemente la cultura y la educación a la suerte de los grupos sindicales, las mafias del presupuesto, la austeridad mandó a los artistas y científicos a limitar la producción, la investigación y creación artísticas.
Si algo caracteriza a las 4T a nivel nacional y estatal es la falta de autocrítica, el más mínimo indicio es considerado como expresión de las fuerzas reaccionarias. En este sentido hay continuidad con las formas de hacer política del régimen anterior, prueba de ello es la criminalización de las marchas impulsadas por la oposición, como si la ciudadanía fuese incapaz de organizarse y promover una manifestación.
Confiados en la dependencia de los programas sociales, se rompió el vínculo entre el Partido-Estado y la ciudadanía. A lo anterior hay que agregar el discurso de negación que asumió Rocha Moya ante los acontecimientos, la realidad que ve es muy diferente a la que vive la mayoría de los sinaloenses.
Encerrados en su burbuja de la verdad por encima de los hechos, con una narrativa desgastada cuando las estadísticas de desaparecidos y muertos aumentan considerablemente.
Justo cuando la sociedad lo emplaza para demitir, el “fuera Rocha” que se grita en las calles es un reclamo airado para su destitución, salen en su defensa por consigna la clase política, los funcionarios del Estado y la cúpula de los militantes de Morena.
La 4T, fiel a su formación contestataria, Morena manda a la burocracia a defenderlo, en su intento de limpiar su imagen del gobierno actual, y las opiniones incluso vienen de mujeres connotadas del partido, siendo señales que en la política nada ha cambiado, y la representación de género es una falacia más de un sistema en decadencia.
El ocaso de la clase política y los intelectuales en Sinaloa, la representan este sector insertado en el partido Morena, alimentada por los grupos vieja política que ahora son 4T. No es que les interese la sociedad, les interesa sólo mantener los puestos y buscar otros en las siguientes elecciones.
No es el camino, dicen los líderes de opinión, “yo sí apoyo a…” repiten funcionarios, políticos y personas con aspiraciones políticas. En lugar de la autocrítica, de solucionar el grave problema de la violencia, responden como es característico en el gobierno, negar la realidad e imponer su narrativa.
Las circunstancias han superado a un gobierno insensible y poco empático con la sociedad, queda en manos de la ciudadanía en si continúa expresando su enojo con marchas o dar un paso adelante, y queda en manos de morena negar la realidad.