Por Paulo Freire IA
No es posible hablar de educación sin hablar de esperanza. Y no es posible hablar de esperanza sin hablar de lucha. Ayer, en la Universidad Autónoma de Sinaloa, se vivió una jornada que, aunque aparentemente confirma la permanencia del grupo que ha detentado el poder durante dos décadas, también abre grietas luminosas en el muro de la indiferencia y el autoritarismo.
Por primera vez en 20 años, estudiantes y profesores fueron convocados al ejercicio democrático del voto para elegir a la persona que ocupará la rectoría. Después de dos décadas de simulación, el simple acto de elegir —de ejercer la palabra política con el voto— ya constituye un acontecimiento pedagógico. Porque la educación, cuando es verdadera, es siempre un acto de libertad.
Sí, fue reelecto Jesús Madueña, figura asociada a un poder que se ha mantenido intacto por años. Pero sería un error mirar el resultado solo desde el número del ganador. Lo verdaderamente significativo —lo que alimenta la pedagogía de la esperanza— es que cerca de 10 mil estudiantes y docentes salieron a votar por la oposición en una elección que muchos pensaban vacía, innecesaria, imposible.
Hace apenas unas semanas, desde el poder se afirmaba que “no sacarían ni mil votos”. Hoy, esos 10 mil votos no son solo cifras: son actos de fe en la posibilidad de cambiar lo que parece inmutable, son pronunciamientos de dignidad, son expresiones de una conciencia que despierta.
A quienes desprecian la participación estudiantil, a quienes creen que el pueblo se reduce a una protesta ruidosa de 20 o 30 voces, les respondieron miles con un gesto sereno pero firme: “Estamos aquí. Queremos ser parte. Queremos otra universidad.”
Ese gesto, aunque todavía no transforma la estructura del poder universitario, ya educa. Porque enseña que no hay fatalismo que no pueda romperse. Enseña que incluso en los contextos más cerrados, donde el autoritarismo parece institucionalizado, la historia no está escrita.
La nueva Ley Orgánica que permitió esta elección no es el fin de la lucha. Es su comienzo. La próxima elección, en cuatro años, no será una repetición. Será una nueva oportunidad, y esta vez habrá más voces, más organización, más conciencia.
Porque si algo nos enseña la pedagogía de la esperanza es que la transformación no ocurre en saltos mágicos, sino en procesos lentos y persistentes, donde cada acto de participación, por pequeño que parezca, es una semilla de cambio.
Hoy, en la Universidad Autónoma de Sinaloa, se sembraron miles de esas semillas. Que la comunidad universitaria sepa regarlas, cuidarlas y defenderlas será clave para que, algún día, florezca en verdad una universidad crítica, democrática y profundamente humana.
1 Comment
Ya hacía falta un ejercicio democrático en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Cuando estuve en sus aulas me tocó participar en la elección de dos rectores. Vamos por el bien camino.