La libertad de expresión es un derecho fundamental que, en teoría, debería estar garantizado para todas las personas. Sin embargo, en la práctica, ejercerla muchas veces implica exponerse a riesgos reales y constantes. Como activista y periodista, he vivido en carne propia cómo decir la verdad, contar lo que otros callan, denunciar las injusticias y las violaciones a los derechos humanos puede convertirse en un acto de valentía, pero también en un motivo de amenaza y violencia.
El costo de alzar la voz
Cada vez que alzo la voz, asumo que puedo ser blanco de intimidaciones, agresiones e incluso perder la vida. No es exageración ni dramatismo, es una realidad dolorosa que enfrentamos quienes elegimos no quedarnos en silencio. Hablar, escribir, tomar un micrófono o pararse frente a una cámara no debería ser un acto de riesgo, pero lamentablemente en muchas partes del mundo es un acto que puede costar la vida.
Un día para recordar, no solo para celebrar
El Día de la Libertad de Expresión no es una fecha para celebrar con complacencia ni para ignorar esta realidad. Es un día para recordar y honrar a quienes han sido silenciados, a quienes les han arrebatado la vida por hacer visible lo invisible, por contar las historias que incomodan, por desafiar el poder y la censura. Su sacrificio es una advertencia y un llamado urgente a defender este derecho con todo el compromiso y la responsabilidad que implica.
La libertad de expresión como herramienta de cambio
La libertad de expresión es también una herramienta de resistencia y transformación social. Es la voz de los sin voz, el espacio donde se confrontan las injusticias, donde se construyen sociedades más justas y democráticas. Pero esa libertad no está garantizada ni en todos los lugares ni para todas las personas.
Un compromiso urgente para proteger la verdad
Por eso, en esta fecha, más que celebrar, debemos reflexionar sobre la importancia de proteger y reivindicar la libertad de expresión. Debemos reconocer el valor de quienes enfrentan amenazas para decir la verdad, el costo que muchas veces pagan y el legado que nos dejan para seguir luchando. Porque callar no es opción, y hablar es un acto de coraje y de esperanza.