Por Diego Angulo
En días pasados escribí sobre la resistencia de los padres y madres de familia en enviar a sus hijos e hijas a clases por la violencia en la ciudad de Culiacán y otros municipios. Desde el 9 de septiembre, hace más de 2 meses, las escuelas no han podido retomar la normalidad, aunque los hechos de violencia no son tan impactantes como lo fueron los primeros días.
En el articulo “un retorno a clases seguro” propuse romper con las posturas binarias que pugnaban por educación presencial y otros por clase en líneas. En ese sentido como propuesta se planteó como alternativa la educación híbrida que “implicaría mantener las escuelas abiertas con horarios recortados en las horas de mayor seguridad, con asistencia rotativa diaria de maestros y alumnos solo para revisar y atender dificultades de aprendizaje, acompañada de educación en línea”.
En los hechos, la mayoría de las comunidades educativas optaron por cuenta propia desarrollar algún tipo de estas medidas sin el acompañamiento y/o autorización de las autoridades educativas que quedaron rebasadas en esta crisis social.
El presente artículo pretendo plantear la educación híbrida como modelo educativo en Sinaloa más allá de esta coyuntura, pero que sea precisamente esta crisis el detonante para transitar a uno nuevo. Retomando a Naomi Klein en su libro La Doctrina del Shock, afirma que en los tiempos de crisis, cuando existen shocks sociales, las sociedades son más propensas aceptar medidas que cambian radicalmente forma de vida o a las que antes se oponían. Es el momento.
Son varios los factores que nos apuntan a la necesidad de la educación hibrida, algunos los retomo del artículo “La Educación Normalistas postcovid: algunas tendencias” de un libro próximo a publicarse de la Red de Nacional de Formación Docente. Partamos por definir la educación híbrida como aquella que combina prácticas de la educación tradicional cara a cara, face to face, con educación en línea, online-learning (Siemens, Gašević, y Dawson, 2015).
Ahora enumero algunos hechos que favorecen a la transición a la educación híbrida.
La educación híbrida tiene mejores resultados que la presencial y en línea. Antes se afirmaba que la educación en línea era mucho mejor que la presencial y la híbrida, pero la pandemia acabó con esta idea cuando millones no pudieron asistir a las escuelas. La mayoría de los estudios realizados sobre la pandemia sugieren una pérdida en los aprendizajes (Reimers 2021a; Reimers, 2021b); estimaciones del Banco Mundial sugieren que la pérdida de aprendizajes podría equivaler a dos ciclos escolares (BM, 2020, pág. 10). En cambio, varios estudios sobre educación que se han hecho los últimos años sugieren lo contrario para el caso de educación híbrida. Por ejemplo, en una investigación a través de la metodología de metaanálisis de datos, donde se revisaron 1,132 investigaciones publicadas entre 1996 a 2006 sobre la educación primaria y secundaria, se encontró que los estudiantes que tuvieron mejores resultados fueron quienes recibieron servicios híbridos, blended-learning, respecto a los que estudiaban en sistema meramente presencial o en línea (Mans et al., 2008). De la misma forma, Siemens, Gašević y Dawson (2015), recurriendo a la misma metodología del metaanálisis, pero en este caso en educación superior, analizaron 339 estudios para comparar los diferentes modelos de educación (presencial, a distancia y mixtos). Encontraron que “los estudios de efectividad respaldan la premisa de que los estudiantes que cursan en modelos de blended-learning desarrollan mejores resultados de aprendizaje que sus compañeros expuestos a cualquiera de los modos [presencial o a distancia] exclusivamente” (p. 64).
Existe nuevas formas de aprender. La educación híbrida está sustentada ampliamente en el uso de tecnología en el aula, principalmente en el aprendizaje móvil y es así como mejor aprenden las nuevas generaciones. La convivencia estructural con la tecnología de la generación de la red o la generación digital ha transformado la estructura cerebral de los nativos en la forma en que aprenden. Diferentes estudios han comprobado que “diversas clases de experiencias conducen a diversas estructuras cerebrales” (Prensky, p. 5). El cerebro es un órgano plástico constituido por neuronas capaces de regenerarse y de sufrir una remodelación permanente en respuesta a las experiencias que se viven; eso se conoce como plasticidad neuronal o cerebral (García y Juanes, 2013, p. 48). Así, la exposición y uso diarios de las herramientas digitales “estimula la alteración de los caminos neuronales y la activación de los neurotransmisores, con lo que gradualmente se afianzan en el cerebro nuevos caminos neuronales, al tiempo que los antiguos se debilitan” (Small, 2009, p. 15). Esto significa que el crecimiento y convivencia de los estudiantes con la tecnología móvil, internet, videojuegos, apps, redes sociales y plataformas de streaming de vídeo, entre otras, ha modificado el sistema neurológico, es decir, la forma en que los estudiantes piensan y procesan la información. Además, esta situación no se detiene, sino que se refuerza con el tiempo por el uso continuo de la tecnología y por la emergencia de nuevos dispositivos y la ampliación del acceso a los mismos.
Maestr@s que son nativos digitales. La generación de maestros y maestras que hoy está entrando al sistema educativo nació después de internet y eran niños cuando el smartphone se lanzó al mercado; son nativos digitales. Anteriormente, los estudiantes conocían y usaban las herramientas digitales en su vida diaria, llegaban al aula y eran desconectados de su mundo vivido; había lo que llama Prensky un desfase, una brecha o una ruptura generacional con sus profesores. Según una década según Prensky, los estudiantes “a menudo tienen la sensación de que a las aulas ha llegado, para instruirles, un nutrido contingente de extranjeros que hablan idiomas desconocidos, extranjeros con muy buena voluntad, sí, pero ininteligibles”. Hoy, por primera vez conviven en el aula profesores y alumnos que hablan la misma lengua, pero por resistencia del sistema educativo y la poca visión de las autoridades, siguen comunicándose en el aula como lo hacen los homo sapiens desde hace 200 mil años.
Mayor acceso a la tecnología e internet. Uno de los principales problemas que plantea el modelo híbrido es el tema del acceso a la tecnología. Es una situación que no debe desestimarse; vivimos en un país con profundas desigualdades y sería un error no considerarlo. No obstante, cada vez este problema disminuye conforme mejora la oferta de servicios en el mercado. La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2020, realizada por INEGI, muestra que mientras en 2001 el 6.2 % de los hogares tenían acceso a internet, el 11.8 % a computadora y el 40.3 % a algún tipo de telefonía, para el 2020 el acceso alcanzó el 60.6 %, 42.8 % y 92 %, respectivamente. Lo más impresionante es que la misma encuesta muestra que el 91 % de los hogares tiene un smartphone y el 86.3 % de los usuarios de tecnología móvil tienen acceso a internet; además, el 96 % de los hogares tiene algún tipo de acceso a internet a través de los celulares. Los alumnos que no tienen acceso, por fallo del mercado, debe intervenir el estadp. Existen iniciativas del gobierno federal que están apoyando a las familias con ingresos para la educación, como las becas Benito Juárez en Preparatoria y ahora la Beca Rita Cetina en educación básica. Podría implementarse un programa especial de acceso tecnológico para usarse en la educación, un ejemplo, el programa que tiene la CFE para la población en general.
Mayor suspensión de clases. Cada vez es más difícil cumplir con los calendarios escolares por motivos de violencia o ambientales. El 9 de septiembre inició una guerra entre cárteles y el estado, hace más de dos meses, y hay escuelas que todavía no han regresado a clases. La mayoría de las escuelas de Culiacán, Navolato, El Dorado y Elota perdieron un mes de clases y la SEPyC, Cobaes y otras instituciones andan buscando la forma de recuperarlo. Desde 2020, los estudiantes de Culiacán han tenido más suspensiones que clases escolares por el COVID y ahora por la guerra de cárteles. Pero se suman las suspensiones por lluvias, huracanes y el recorte del calendario en junio y julio por el calor.
En conclusión, son algunas ideas para el debate, sin embargo, me queda claro que no es problema de los maestros y maestras, ellos y ellas han sido resilientes en todas las crisis que nos han tocado y están en la mayoría de los casos propensos al cambio. Es un problema de voluntad y visión institucional y organizacional, todos los gobiernos lamentablemente han sido inerciales, administrar la decadencia. Haciendo una autocrítica a la cuarta transformación a la que pertenezco, le está ocurriendo lo que el sociólogo francés Michel Croizer llamó “el fenómeno burocrático”, la situación en que las fuerzas de cambio que se dan en la esfera política, son detenidas por la cultura burocrática enquistada en las instituciones. Llega el momento en que los nuevos funcionarios toman las decisiones consultando a los que “saben cómo se hacía” y se descontentan de la exigencia de cambio expresada en la voluntad popular en las urnas. Ni más, ni menos.