Joel Álvarez Borrego
La inmensa mayoría de profesionales de la educación provienen del pueblo, de un pueblo carente, en muchos de los casos, de lo necesario para subsistir. Los padres hicieron esfuerzos enormes para poder ayudar a sus hijos en su formación profesional.
Es verdad que al terminar los estudios de educación media se podía ingresar a la carrera normalista, no como hoy que se exige la educación media superior. Pero lo que es verdad también, y sean cuales fueren los caminos educativos que se habían de tomar, la valoración de la carrera normalista siempre a sido a la baja. Recuerdo algunas pláticas de mis maestros de la Escuela Normal, no se les pagaba puntualmente sus quincenas, en ocasiones pasaban dos meses o más para que se cumpliera el pago y estos eran demasiado bajos fluctuaban entre $300 y $600 por quincena, considerando a los llamados maestros municipales y los ya con base estatal o federal. Ni los gobiernos de la época (primera mitad de la década de los sesenta del siglo pasado) ni la propia sociedad valoraba el ejercicio profesional realizado por los educadores.
Los sueldos raquíticos no solo lastimaban a los educadores, también a los médicos, ferrocarrileros y a todos los trabajadores asalariados, el salario mínimo se encontrada no sobre el suelo sino abajo de él.
Mientras esto sucedía con la clase trabajadora, se consolidaba cada día la riqueza de un grupo minoritario que se sentían los únicos herederos de los postulados surgidos de la Revolución Mexicana.
Este tipo de situaciones provocó la construcción y acción de movimientos sociales en pro de una mejor situación de vida: el grandioso movimiento de los ferrocarrileros ( 1958-1959), el movimiento de los médicos (1964-1965), el movimiento revolucionario del magisterio con Othón Salazar como líder (1956), el movimiento agrarista de Rubén Jaramillo ( años 40s y 60s). Todos estos movimientos fueron silenciados a base de balas y bayonetas para beneplácito de los poderosos del país.
La situación económica y política del país en lo que corresponde a la clase trabajadora comenzó a empeorar con la puesta en práctica del corporativismo una postura política en contra del liberalismo y del socialismo que consiste en aglutinar para el beneficio del poder a las organizaciones obreras y campesinos. Para tal fin se otorgan enormes beneficios económicos a los líderes de dichas organizaciones, enriqueciéndolos de una manera desmedida. Esto sigue sucediendo hasta la fecha, pues todavía siguen existiendo este tipo de pseudo-salvadores de la clase trabajadora.
El magisterio nacional y los agrupaciones obreras y campesinas deben despertar con mayor fuerza para llevar beneficios a todos los trabajadores y trabajadoras del país, deben dejar de creer en las subjetividades que les inventan los líderes en turno, deben generar ideas que los conduzcan a la revolución de sus conciencias, a la toma de desiciones en beneficio de todos y de la sociedad en general. Los derechos se toman no se esperan como un regalo envuelto en papel celofán.