La precariedad laboral del docente

Profe Cruz

En estos años se habla mucho de la lucha contra la corrupción, también de la estrategia emprendida contra la delincuencia organizada, los estragos de la pandemia, la imparable violencia desatada en todos los rincones, la caída de los precios de los productos del campo sinaloense, y otros temas que dan pie a titulares de la prensa estatal, en especial los acuerdos de los grupos políticos ante las elecciones del 2024.

Muchos meses abarca este correrse para un lado u otro según las preferencias que arrojan las encuestas o los pactos entre las corcholatas, fuera de esa jugarreta interna poco importa el ruido de la oposición, como no sea fragmentarse o sumarse a alguna de las fichas en la sucesión presidencial.

Los encabezados de los periódicos impresos y electrónicos giran en torno a este correrse a uno u otro lado, dejando al margen otras realidades que marcan el pulso de la vida social, tal es el caso de la educación, y de este mundo la especificidad de los salarios.

La educación sólo es tema nacional al inicio del ciclo escolar, o en el mejor de los casos cuando se acerca el día del maestro y maestra. En estos años de transformación, la educación ha sido relegada de entre aquellas actividades que pueden incidir en la construcción de otro país; se ha pasado de la promesa en campaña por derogar por completo la Reforma impulsada por Peña Nieto a afirmarla en los hechos mediante el control estatal de la educación y los trabajadores; del discurso de la calidad y eficiencia como producto de un proceso al humanismo desdibujado de la NEM.

Lo descartado en los discursos y organización del Plan se encuentra la infraestructura de las escuelas (la mayoría deterioradas), una organización democrática en lugar de piramidal que impide las expresiones abiertas entre los trabajadores; el desface entre la vida escolar y la vida social, puntualizando en el estancamiento de los espacios donde se construyen aprendizajes. No se puede descartar del fracaso escolar condicionado por el olvido de las autoridades, el tímido acercamiento a las tecnologías, que pasa por la iniciativa de los docentes que como proyecto institucional, este desafío se encuentra lejos de asumirse, la pedagogía aún no entabla comunicación con las nuevas formas de estudiar y aprender de las jóvenes generaciones, la pedagogía se ha estancado al libro de texto como orientador de los contenidos escolares, y del libro de texto parten las evaluaciones oficiales.

Reconocer que la educación es un problema en sí misma no es consuelo, pero no atender las causas de ese problema significa desatender las desigualdades que se generan entre la niñez en la sociedad, y los distintos niveles en los que parten para estudiar, conseguir los objetivos educativos, y que toda evaluación pasa desapercibida. Si los niños y los jóvenes no son iguales, por qué se les enseña como si lo fuesen, ¿por qué se les evalúa de la misma manera como si aprendieran al mismo ritmo?

Las condiciones materiales determinan la educación, detrás de ellas se esconden las condiciones económicas de los alumnos que asisten a las escuelas y, por supuesto, las condiciones salariales de los maestros y maestras. En ambos casos hablamos de las percepciones económicas, sea en el hogar de los alumnos o los docentes; en los primeros la economía no alcanza; en los segundos el salario es tan bajo que apenas alcanza para cubrir lo indispensable.

Un docente de primaria gana alrededor de seis mil pesos quincenales, al mes son doce mil; a esa cantidad le restamos los gastos diarios en alimento, traslado, luz, agua, internet, renta, gas, vestimenta, calzado, materiales escolares, las cuotas, simplemente el salario no alcanza.

El desprestigio social de la profesión del docente, va de la mano del bajo salario, no sólo del bajo nivel educativo. Parece ser que las percepciones no importan a las autoridades, podrán decir que para eso se creó el sistema de promoción horizontal de USICAMM, de acuerdo, pero ese mecanismo es selectivo, y depende del presupuesto que las autoridades le asignen, tampoco repercute en mejorar los resultados educativos, sólo lo disfraza, es necesario construir otras medidas o instrumentos, sea en la formación de los docentes en las Normales junto con la modificación de las condiciones de trabajo en las aulas; tanto una como la otra están lejos de materializarse.

La SEP creó un instrumento de evaluación volcando a los docentes a pasar exámenes, no en mejorar los resultados de los alumnos, una cosa no conduce a la otra. Mejorar los salarios pasa por los exámenes, no por las necesidades que día a día viven miles de maestros, se ha construido una casta de docentes bien pagados y otra más amplias de salarios paupérrimos, la diferencia entre los primeros con los segundos no está en la cantidad de tiempo de trabajo, ni el esfuerzo que se empeña, ni mucho menos en los resultados de los estudiantes, sino en pasar un examen, lo que significa asimilar el discurso oficial de la educación.

Estas condiciones laborales repercuten hondamente en los resultados educativos, y en la moral de los docentes para concebir la función pedagógica como un trabajo más, no como el espacio donde se cultiva el pensamiento y las ideas, sino en cubrir el tiempo reglamentado. Los bajos salarios han orillado a los maestros a ser chambistas, e intentar cubrir sus necesidades básicas en otras actividades. Se requiere replantear cómo mejorar la educación de los niños y jóvenes, abrir esa discusión cerrada entre “expertos”, y cómo incentivar económicamente a los docentes para que se enfoquen en formarse conceptualmente, así como ofrecer resultados satisfactorios en el aprendizaje de los alumnos, el camino que lleva a la formación crítica, pasa necesariamente por un enfoque crítico, ausente hasta hoy, y por un salario justo en la profesión de enseñar.

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1 Comment

  1. Moro dice:

    Ya estoy pensando en mi jubilación y si pondré un carrito de hot dogs… gracias por tu análisis profe Cruz, desafortunadamente siempre tan atinado, es la realidad que nos toca vivir y transformar…

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