Por Bharat Dogra
Traducido del inglés por Jessica Safa.
El sistema agrícola y alimentario debería basarse en gran cantidad de pequeños o medianos productores agrícolas (incluida la agricultura familiar) y en pequeños centros de procesamiento que produzcan alimentos de manera ecológicamente sostenible. En cambio, los pequeños productores están siendo desplazados y la agricultura familiar desapareciendo, aquellos que se dedican verdaderamente a la agricultura tienen que despedirse de sus granjas con lágrimas en los ojos, mientras los multimillonarios y las corporaciones más ricas adquieren grandes extensiones de tierras para el cultivo. Los pequeños procesadores de alimentos también están siendo expulsados y las posibilidades de contacto directo entre agricultores y consumidores para promover medios de vida sostenibles basados en la disponibilidad de alimentos saludables para todos están disminuyendo, mientras las gigantescas multinacionales asumen la producción, el comercio y el procesamiento de alimentos de maneras que son perjudiciales tanto para los consumidores como para los agricultores.
Desde las semillas hasta la ciencia, desde la producción hasta el envasado el sistema agrícola y alimentario mundial está cada vez más dominado por unas pocas grandes empresas multinacionales que tienen una visión muy distorsionada de los alimentos y la agricultura. Su objetivo no solo es extraer enormes ganancias, sino que también tratan cada vez más de controlar el sistema alimentario y agrícola de formas altamente perjudiciales. Cuando un alto cargo estadounidense insistió en calificar los alimentos de arma, el filósofo y granjero estadounidense Wendell Berry quedó tan angustiado que se dedicó inmediatamente a escribir el gran libro The Unsettling of America acerca de a dónde iba a llevar a su país esa visión distorsionada de la alimentación y la agricultura.
Lo que resulta cada vez más claro, aunque en general se considere que las políticas alimentarias y agrícolas del imperialismo están dirigidas contra otros países (particularmente aquellos del mundo mayoritario o del Sur Global), es que, de hecho, estas políticas y el pensamiento en el que se basan son extremadamente perjudiciales para los pequeños agricultores y para la disponibilidad de alimentos saludables en sus propios países, como puede observarse en la altísima tasa de desplazamiento de las explotaciones agrícolas familiares y en la gran difusión de los cultivos transgénicos en los EE.UU.
Mientras se pagan miles de millones de dólares en casos judiciales relacionados con agroquímicos peligrosos (frecuentemente vinculados a cultivos transgénicos), las autoridades gubernamentales, en connivencia con las grandes empresas agrícolas, están impulsando las mismas tecnologías peligrosas. Aunque aparten la vista de las pruebas evidentes a las que se enfrentan, siguen diciendo “muéstrenos más pruebas de los peligros” olvidando incluso que el 40% de la población estadounidense está expuesta al cáncer a lo largo de su vida y que la exposición a varias enfermedades crónicas es enorme y está aumentando, especialmente entre los niños. Si bien aquí intervienen muchos factores, una parte importante del aumento en los problemas de salud probablemente esté relacionada con la alimentación, la agricultura y el procesamiento de alimentos.
De ahí que mientras las fuerzas del imperialismo se proponen conquistar la agricultura de otras tierras también provocan graves daños a sus propios agricultores y a su propia seguridad alimentaria. Sin embargo, para conseguir una base de apoyo en sus propios países, intentan dar la impresión de que están buscando penetrar y ampliar los mercados mundiales para sus agricultores. En realidad lo hacen más por los intereses de sus grandes empresas que por los pequeños agricultores que están siendo perjudicados y desplazados. También lo demuestra el creciente descontento entre los pequeños agricultores de varios países ricos.
Por tanto, resulta obvio que los pequeños agricultores de los países occidentales deben unirse para oponerse a los grandes intereses empresariales que están tratando de perjudicar las perspectivas de una alimentación sana y una agricultura ecológicamente sostenible, ya que la visión estrecha de estos intereses es solo la de aumentar sus propias ganancias y el control. La fraudulenta promoción de sí mismos como los salvadores del cambio climático no debería engañar a nadie, ya que en realidad están hundidos hasta el cuello en la destrucción ambiental y la alteración de la resiliencia de las comunidades de pequeños agricultores. Sus esfuerzos por controlar cada vez más la alimentación y la agricultura mundiales están en connivencia con las autoridades y gobiernos del imperialismo, aunque esto termine perjudicando a los agricultores y la salud de todo el mundo.
En este contexto es útil saber lo que dijo el filósofo y agricultor estadounidense Wendell Berry cuando escribió un libro en respuesta a la calificación de un alto cargo estadounidense de los alimentos como “armas”. Lo que escribió deja claro que el mismo pensamiento que puede visualizar que los alimentos se usen como un “arma” contra los países afectados por el hambre también termina infligiendo graves daños a los agricultores y las comunidades agrícolas dentro de los Estados Unidos.
En su gran libro The Unsettling of America: Culture and Agriculture hace algunas observaciones importantes sobre el debilitamiento de las comunidades rurales y cómo en gran medida lo han causado unas políticas agrícolas distorsionadas que pueden y deben cambiarse. Berry insiste en su libro en la estrecha relación entre la «modernización» de la agricultura y la desintegración de la cultura y de las comunidades basadas en la agricultura a pequeña escala y la agricultura familiar. Afirma que lo que se denomina progreso agrícola, en realidad “ha supuesto el desplazamiento forzoso de millones de personas”.
Wendell Berry hace una declaración muy importante cuando dice: “Recuerdo la indignación con la que nuestros líderes políticos hablaban en los años cincuenta del traslado forzoso de las poblaciones de las aldeas en los países comunistas. También recuerdo que al mismo tiempo en Washington lo que se decía sobre agricultura era «hazte grande o lárgate», una política que todavía vigente y que se ha cobrado un precio enorme. La única diferencia es de método: la fuerza utilizada por los comunistas era militar y en nuestro caso es económica: un «libre mercado» en el que los más libres eran los más ricos. Las actitudes son igualmente crueles y creo que los resultados serán igualmente dañinos».
Además afirma que “esta agricultura que con su monomanía de grandeza destruye comunidades no es principalmente obra de los agricultores, aunque ha florecido sobre su debilidad. Es obra de las instituciones de la agricultura: los expertos universitarios, los burócratas y los “agroempresarios” que han promovido la llamada eficiencia a expensas de la comunidad (y de la eficiencia real), y la cantidad a expensas de la calidad».
Al enfatizar el valor de una cultura basada en la agricultura, Wendell Berry escribe: “Una cultura agrícola saludable solo puede basarse en la familiaridad y puede crecer solo en un pueblo sólidamente establecido en la tierra; nutre y salvaguarda una inteligencia humana del planeta Tierra que ninguna tecnología puede reemplazar satisfactoriamente. El crecimiento de esa cultura alguna vez fue una gran posibilidad en las comunidades agrícolas de este país (EE.UU.). Ahora solo nos quedan los tristes restos de esas comunidades. Si permitimos que pase otra generación sin hacer lo necesario para realzar y alentar la posibilidad que ahora perece con ella, la perderemos por completo, y entonces no solo invocaremos la calamidad, sino que la mereceremos”.
Por lo tanto, lo que Berry está diciendo es que algo muy valioso, una sociedad basada en la agricultura familiar que según varias personas concernidas constituía la base ética de la sociedad estadounidense, se está perdiendo tal vez para siempre.
Preocupaciones similares existen en algunos de los países que son aliados estrechos de Estados Unidos y albergan algunas de las mayores multinacionales que están tratando de apoderarse de la agricultura y la alimentación mundial con la ayuda de sus gobiernos y su superpotencia aliada.
Hoy en día incluso aquellas empresas con un pasado de connivencia en los crímenes de guerra del régimen nazi e involucradas en horribles experimentos en campos de concentración, cuyos ejecutivos han sido condenados por asesinatos en masa y esclavitud, que han estado involucradas en la producción de gases venenosos y armas químicas, están siendo ayudadas por sus gobiernos en su búsqueda del dominio del sistema agrícola y alimentario mundial. Uno puede imaginar cómo será un sistema mundial de alimentación y agricultura dominado por ellos, pero el nivel de corrupción y falta de ética en varios países es tal que dan la bienvenida a este tipo de empresas, a pesar de que tal vez ya estén involucradas en el pago de miles de millones de dólares en daños y perjuicios por los productos peligrosos que venden en algunos países. Es relevante señalar el hecho de que dichas empresas destinen millones de dólares a “hacer lobby”, un término relativamente educado que se utiliza para ocultar muchas prácticas corruptas y muy poco éticas.
Por consiguiente, las y los agricultores de todo el mundo deberían ponerse de acuerdo y oponerse a los intereses de las grandes empresas movidas por las ganancias, el control y la dominación. En vez de ello, las y los agricultores deberían exigir un sistema alimentario y agrícola diferente basado en pequeños y medianos agricultores (incluidas granjas familiares) y pequeñas unidades de procesamiento y agronegocios comprometidos con la producción de alimentos saludables y ecológicamente sostenibles. Debe fomentarse el contacto estrecho entre las partes, de modo que los agricultores puedan poner directamente a disposición de los consumidores alimentos saludables y obtener ingresos justos y estables, al tiempo que reducen sus costos evitando caros insumos externos. Se deberían eliminar todos los impuestos injustos a los agricultores que utilizan métodos ecológicamente sostenibles y en su lugar deberían obtener apoyo económico de diversos fondos para proteger el medio ambiente, la sostenibilidad, la salud, la seguridad y la mitigación del cambio climático, así como la adaptación a este (aparte de los fondos destinados directamente a la alimentación y la agricultura).
Sin duda el planteamiento de la agroecología es muy necesario, pero como hay que incluir con más claridad las consideraciones basadas en la justicia, he estado hablando más de “agroecología social”. En un libro reciente, India’s Quest for Sustainable Farming and Healthy Food, defino agroecología social de la siguiente manera: “Si hay que expresar la esencia del planteamiento de la agroecología social en una sola frase, sería el punto de encuentro de dos preocupaciones predominantes: proporcionar medios de vida seguros y sostenibles a las y los campesinos y trabajadores comunes y corrientes por un lado y resolver importantes cuestiones ambientales, nutricionales, de salud y de seguridad por otro. En pocas palabras, es un punto de encuentro de la igualdad y la protección del medio ambiente, de la justicia y la seguridad, de los medios de vida y la salud”.
Es evidente que debería surgir en todo el mundo una amplia unidad de agricultores, apoyada por todas aquellas personas que están comprometidas con la alimentación saludable, para que la agroecología social pueda proporcionar la base de un sistema de medios de vida sostenibles, satisfactorios y creativos para los agricultores y para la disponibilidad de alimentos saludables.
Bharat Dogra es el coordinador honorario de la Campaña para Salvar la Tierra Ahora. Sus libros recientes incluyen Protecting Earth for Children, Man over Machine, Planet in Peril y When the Two Streams Met.
Fuente: https://rebelion.org/los-agricultores-del-mundo-deben-unirse/