Joel Álvarez Borrego
Se tiene la perversa idea de que los grupos indígenas de nuestro país son los que poseen un alto grado de ignorancia y que a estos le hacen compañía, en su ignorancia, los grupos marginados que habitan la periferia de las grandes ciudades y se les ve deambulando por zonas semiurbanas y urbanas. Nada más alejado de la realidad, las personas que mantienen esta idea ignoran que aún el ser humano más hundido en la miseria posee conocimientos que muchos ignoramos.
En lo personal he aprendido del bolero que de vez en cuando asea mi calzado, del plomero, del artesano, de la persona que toca mi puerta para pedir un trozo de pan, y de muchos más a los cuales se les considera ignorantes.
Escribiendo esto, recuerdo al maestro José Alberto Moreno Amparo (+) que en reiteradas ocasiones, en pláticas que sosteníamos , no tenía empacho en decir “Hay profesionistas con título y títulos sin profesionistas”, dejando claro que un documento no nos hace ser conocedores de saberes diversos.
Albert Einstein nos dejó dicho, “Entre más conozco el universo más ignorante me siento”.
Entonces pues, cargamos conocimientos pero también ignorancias y en muchas ocasiones estas últimas en mayor porcentaje.
Me voy a permitir platicarles una anécdota que jamás podré olvidar.
Me encontraba, hace algunos años, en la ciudad de Tucson, Arizona, visitando a mi hija Nadia. Un buen día, cuando ella estaba por trasladarse a la Universidad de Arizona para impartir una de sus clases en un grupo de maestría, se para y me dice, “gustas acompañarme”, ¡claro! Le contesté, así aprovecho para aprender de Tí. Camino a la universidad me decía, “es un grupo muy especial, tengo la seguridad de que te va a gustar”. Llegamos, caminamos por varios pasillos y entramos al aula, mi sorpresa fue mayúscula, el grupo estaba integrado por hombres y mujeres de diferentes etnias, todas de nuestro país, todos reclutados por mi hija para realizar sus estudios de Maestría en Educación.
“Ustedes ya lo conocen, dijo a sus alumnos, porque les he platicado de él, con ustedes mi padre”. Me sentí emocionado cuando todos se pusieron de pié aplaudiendo.
Se presentaron con su lengua madre, en español y en inglés. Me salió un porcentaje considerable de mi ignorancia agolpando mi mente. Me encontraba frente a un grupo de educadores trilingües a punto de terminar su maestría.
Al ver la situación Nadia les dijo “Pueden platicar con mi padre”. Les propuse que escribiría unas palabras de Paulo Freire en la pizarra para que surgieran las interpretaciones de cada uno, fueron las siguientes:
“Sería ilógico que la conciencia de mi presencia en el mundo, no implicara en sí misma la imposibilidad de mi ausencia en la construcción de mi propia existencia”.
Me quedé atónito, primero por las diversas tonalidades de voz, por su entusiasmo, su seguridad y confianza en sí mismos. Les pedí, después de unos minutos que conformáramos, de ser posible, un consenso. Después de pocos minutos llegaron a la siguiente conclusión: “No puedo, ni debo, ser ajeno en la construcción de mi propia vida”.
Por ello, debemos todos entender que “ Nadie se educa solo, nadie educa a nadie, todos nos educamos en comunión” ( Paulo Freire).
Entonces pues, antes de señalar a alguien como ignorante debemos pensarlo muy bien.