Por Erick Calderón.
En los últimos días, gran parte de la atención política nacional, se ha centrado en el proceso para elegir al próximo jefe de gobierno de la Ciudad de México, con varios candidatos en lista. No obstante, es esencial también, el dirigir nuestra mirada hacia otro punto neurálgico en términos electorales: Jalisco.
Este estado, actualmente, ostenta el tercer padrón electoral más grande del país, únicamente superado por el Estado y la Ciudad de México. Por ello que lo que acontezca en Jalisco tendrá un profundo impacto en las elecciones presidenciales y otros puestos de elección popular a nivel nacional, perfilándose además como un factor determinante en el panorama político inmediato.
En ese sentido, la elección promete ser especialmente trascendental debido a la incertidumbre que la rodea, ya que las proyecciones aún no concuerdan del todo en si MORENA se alzará con la victoria o si Movimiento Ciudadano y los alfaristas lograrán mantener el poder por otro periodo más. Por lo tanto, es crucial observar con atención lo que sucederá aquí, ya que además de que promete ser una elección muy reñida, los resultados podrían modelar el rumbo político del país en los próximos años.
Sin embargo, es crucial tener en cuenta que Jalisco representa un caso singular en la política mexicana, ya que lleva ya varias alternancias en el pasado y fue el primer estado donde Movimiento Ciudadano -un partido considerado relativamente pequeño en aquel momento- pero que logró ganar una gubernatura. Esto marcó el inicio de una transformación significativa en el panorama político estatal que comenzó en 2012, donde el partido logró consolidar su presencia en Jalisco, en gran parte gracias a la popularidad y el liderazgo del actual gobernador, Enrique Alfaro, ya que, en aquel entonces, Alfaro estuvo a punto de vencer al ex-gobernador Aristóteles Sandoval en una contienda electoral sumamente reñida, donde logró posicionar a mucha de su gente en alcaldías y diputaciones locales.
Jalisco, en cierta medida, guarda similitudes con una época pasada en la política mexicana, cuando los gobernadores solían provenir principalmente del PRI o del PAN. En aquellos días, había casos excepcionales, como la Ciudad de México, gobernada por coaliciones de izquierda, que posteriormente exportaron sus modelos de gobierno a estados como Zacatecas o Baja California Sur a través del PRD. De manera similar, Movimiento Ciudadano ha logrado llevar esa idea al gobierno actual de Nuevo León, encabezado por Samuel García.
Samuel, sin duda, se erige como el heredero a nivel nacional del proceso liderado por Alfaro, que transformó a Movimiento Ciudadano en un partido competitivo capaz de ganar gubernaturas y de consolidarse como, al menos en apariencia, una fuerza política de mediana envergadura. Por ello que incluso es muy probable que compita de manera reñida en porcentajes electorales con partidos como el PRI y el PAN, a los que podría superar. Esto sin mencionar a otros partidos que seguramente quedarán rezagados, como el PRD, el Partido Verde o el Partido del Trabajo.
El actual gobernador, Enrique Alfaro, es plenamente consciente de que esta próxima elección será un enfrentamiento altamente disputado. Por este motivo, ha tomado la iniciativa de explorar posibles alianzas estratégicas y se ha acercado a Xóchitl Gálvez, quien será la candidata del Frente Amplio por México en 2024. Su objetivo, aparentemente, es tejer una coalición que fortalezca sus posibilidades en las urnas. Sin embargo, esta propuesta ha generado un fuerte contraste de opiniones dentro de Movimiento Ciudadano, pues, mientras que Alfaro ve la alianza como una oportunidad para ampliar su base de apoyo, Dante Delgado, líder del partido, se opone vehementemente a esta idea. Delgado sostiene la creencia de que Movimiento Ciudadano es más competitivo y puede prosperar de manera independiente, en contraposición a partidos que han experimentado un desgaste notorio y han caído en la completa desaprobación ciudadana, como el PRI, el PAN y el PRD.
En este contexto, actualmente emerge como el candidato más sólido dentro del oficialismo la figura de Pablo Lemus, un político joven que acumula una extensa trayectoria en la función pública. Lemus ha desempeñado los cargos de alcalde tanto en Zapopan como en la actualidad en Guadalajara. Su perfil político lo posiciona como el heredero natural de Enrique Alfaro y, quizás más importante aún, como el único capaz de restablecer los lazos que se han tensionado últimamente entre Alfaro y Dante Delgado, líder del partido que fue fundamental en su camino al triunfo en 2018.
En el otro extremo del espectro, el candidato que se perfila como el más probable es Carlos Lomelí, quien ha ejercido como superdelegado en la entidad y también fue candidato a la gubernatura de Jalisco en 2018 por el partido Guinda. Lomelí se destaca por su amplia experiencia en política y como empresario. Sin embargo, es crucial destacar que su trayectoria está marcada por controversias y escándalos. En 2012, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos catalogó a su empresa, LOMEDIC, como una entidad vinculada al narcotráfico. Asimismo, en 2019, se vio obligado a renunciar a su cargo como ‘superdelegado’ de proyectos federales del gobierno de México en Jalisco debido a acusaciones de corrupción y a una investigación en su contra por parte de la Secretaría de la Función Pública, relacionada con presuntos conflictos de interés
A pesar de todo lo mencionado, Carlos Lomelí parece emerger como el candidato más competitivo en este escenario, no sólo para ser el candidato de MORENA, sino para ganar la gubernatura. Sin embargo, no se puede pasar por alto que las acusaciones previamente mencionadas lo convierten en un blanco fácil en medio del acalorado ambiente de las campañas políticas, ya que en estas circunstancias, los ciudadanos suelen prestar una atención particular a quienes serán elegidos para ocupar cargos públicos y estas acusaciones pueden ser utilizadas en su contra de manera muy efectiva por sus oponentes, en una contienda electoral que estará marcada por la competencia y la exposición constante. Por ello la capacidad de Lomelí y su equipo para contrarrestar estas acusaciones y mantener la confianza de los votantes será el factor determinante en su camino hacia la gubernatura de Jalisco.
Por estos motivos, es importante destacar que, si bien las encuestas indican un aparente empate técnico, la situación política es altamente compleja y competitiva en Jalisco, ya que existen factores adicionales que pueden influir en el resultado final de la elección. Pero si observamos, por ejemplo, la tendencia nacional y el desempeño de MORENA en elecciones anteriores a partir del 2018, es evidente que el partido ha tenido un éxito abrumador a nivel federal y ha avanzado mucho a nivel local en Jalisco.
Asimismo, aunque la mayoría de las encuestas sugieren una ventaja para MORENA, es muy complicado tomar una postura definitiva sobre cuál será el resultado de la elección en Jalisco. Empero, lo que sí se puede adelantar, es que será una competencia intensa, y el desenlace dependerá en gran medida de la movilización de votantes, las estrategias de campaña, el manejo mediático de las controversias y de los eventos imprevistos.