Ha pasado ya un mes desde la detención, entrega y secuestro de Ismael Zambada, un suceso que, incluso hoy, no queda claro cómo ocurrió realmente. Este acontecimiento ha causado una hecatombe política y de seguridad en el estado de Sinaloa (lo que se esperaba que pasara en algún momento, pero nunca creímos que se haría realidad en un ambiente político-social de un gobierno de alternativa política esperanzadora y que cuenta con el respaldo ciudadano de 35 millones de mexicanas y mexicanos), efectuando una crisis interna que, paulatinamente, se traduce en una crisis económica. Se calculan pérdidas semanales de más de 200 millones de pesos en el sector comercial, mientras los negocios sucumben ante la incertidumbre y el resguardo de una población que, aunque intenta regresar a su vida cotidiana, se esfuerza por mantenerse “a salvo” bajo el bombardeo de información y la persistente sensación de inseguridad en el centro del estado.
La crisis en la comunicación institucional, junto con la infodemia que afecta no sólo a Sinaloa, ha incrementado la visibilidad de un problema que nadie niega, pero que genera pánico y un consumo de información que consolida el caos en el día a día de esta región. Aquí surge una pregunta crucial: ¿la violencia es más porque es más visible? Aurea Mercedes Hernández Romero, profesora en la Universidad de Guadalajara y experta en Psicología de la Salud, afirma que “las personas que presencian violencia en su entorno familiar, en la escuela, en la comunidad y en las redes sociales, tienen una mayor probabilidad de involucrarse en actos violentos, tanto dentro como fuera de su hogar”.
A su vez, culpar al aparato estatal por la integridad social que, dentro de un marco normativo se encuentra habilitado,pero que no se puede ejecutar a la ligera. Y no, no es negociar con el narcotráfico, es negociar con personas que han adquirido a través de la historia y a convenio de muchos gobiernos, el incremento de sus “empresas”, que van desde el lavado de dinero hasta la adiquisición de armamento exclusivo del ejército, que cabe destacar U.S.A. es uno de los principales proveedores.
La violencia se convierte así en un fenómeno que se transmite, similar a una enfermedad. La exposición a la violencia o estar rodeado de personas que han vivido experiencias violentas puede llevar a forjar un aprendizaje basado en interacciones negativas y transgresoras. Sin embargo, la profesora también destaca la oportunidad que brindan las redes sociales para visibilizar y concienciar a los usuarios, evitando perpetuar estas interacciones negativas.
A la par de este brote violento entre los grupos antagónicos del cártel de Sinaloa, se ha desarrollado un fenómeno de crecimiento de infodemia y consumo de información en la población sinaloense. Ante la necesidad de informarse rápidamente para tomar precauciones y mantenerse a salvo, han surgido páginas, pasquines y usuarios diversos en redes sociales que difunden supuesta información sobre la violencia, desde fotos y videos explícitos, hasta rutas para evitar confrontaciones violentas. Pero, ¿hasta dónde está llegando esto?
Estos portales parecen una estrategia de marketing digital que distribuye contenido para generar más visualizaciones, aprovechando el temor y el morbo generalizado. Esta narrativa está magnificando la violencia de manera sin precedentes. Aunque no se niega su existencia, es preocupante cómo se genera contenido sin ética, sin investigación y sin moral. Cada quien es responsable de lo que consume, pero hoy las redes sociales nos bombardean a todos, incluidos niños y adolescentes, con imágenes crudas que superan la ficción.
La alarma que vivimos en el centro de Sinaloa se alimenta de cadenas, mensajes y publicaciones de páginas de “mitotes” o información no verificada, que nos mantienen al filo de tomar medidas drásticas. Los dueños de este contenido, con su escasa ética, enferman a una sociedad sinaloense ya muy lastimada, que merece la paz. Para recuperar gran parte de ella, es necesario dejar de consumir ese contenido tóxico que unos pocos aprovechan.
Un abrazo a todas y todos. Esperemos ser más fuertes que todo esto, estemos seguros y no abonemos a la enfermedad y la infodemia. ¡Hasta siempre!
Néstor
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Buen artículo,para informar se deben seguir reglas que no tragredan la sensibilidad del público …sobretodo ya en estos momentos donde todos tenemos emociónes a flor de piel.