Sinaloa, temporada de zopilotes

Por Chinaco

Coragyps atratus es el nombre científico del zopilote, un ave negra muy común en México. El zopilote es el ave de la muerte: la huele, la rastrea y vive de ella. Donde hay un ser muerto, se le ve como parte de la escena; se amontona con su plumaje negro, observa la desgracia y luego se acerca sigilosamente para alimentarse de la materia inerte. De eso vive. La muerte es su elixir.

Un ave carroñera y un reportero son parte de la fotografía más desgarradora de la historia. Kevin Carter, fotógrafo sudafricano, capturó en 1993 la imagen de un niño hambriento y un buitre esperando la tragedia: la hambruna en Sudán. Carter, al igual que el buitre, esperaba obtener algo del niño: el ave, su muerte; el fotógrafo, que esta se acercara lo más posible para obtener el mejor cuadro. Dice la crónica que Carter esperó 20 minutos tirado en el suelo y logró la foto cuando el buitre se acercó y el niño se recostó.

La imagen apareció en The New York Times y miles de correos, cartas y llamadas llegaron al diario preguntando: ¿Qué había pasado con el niño? Carter no supo qué decir. Ahuyentó al buitre, pero no se cercioró que paso con el niño, informó el periódico. En 1994, la foto ganó el Pulitzer. Carter lo vio como una maldición. La pregunta de los suscriptores lo aterraba.

Meses después, el periodista fue al campo donde jugó desde niño. Se puso bajo un árbol en su Nissan, conectó una manguera del escape a la cabina y se suicidó. Los policías encontraron una carta en la escena en ella decía que estaba “atormentado por los recuerdos vividos” como periodista: asesinatos, violencia contra los niños, hambre, muerte de colegas, etc. Es un debate todavía, si la causa del suicidio fue el ganar el Pulitzer.

Al final, mostró su humanidad.

En Sinaloa, nadie muestra su humanidad. Ni medios, ni reporteros, ni gobierno. Los medios buscan incrementar las muertes y que se reflejen en sus vistas y reproducciones, mientras el gobierno trata de minimizar la tragedia y el dolor social. Son el buitre y el fotógrafo. Todos buscando algo para sí.

Las vocerías, una estrategia que buscaba alertar a la población sobre riesgos y acabar con la desinformación, se han convertido en una trinchera de la guerra por la información… pero de los muertos del día anterior. Los periodistas buscan los detalles del cómo; si no obtienen respuesta, se coordinan como una manada de zopilotes para afrontar las evasivas de los funcionarios. De nada han servido los avances en presunción de inocencia, secrecía de la investigación, anonimato y respeto a las víctimas y sus familiares.

A nadie le importa si, unas horas después, un familiar de la víctima se entera de cómo murió su ser querido. Menos si su nota supera los miles de vistas.

En competencia con los grupos de WhatsApp (Lo vi con Levi, Mitotes Culiacán, etc.), donde la población envía imágenes, los medios hoy están en todas las muertes, transmitiendo en vivo al filo de la cinta amarilla y buscando el mejor ángulo donde se observe la desgracia. Si no logran ver, no importa: levantan sus drones para enfocar la silueta de la tragedia.

No son pocos los que se han convertido en corresponsales de medios nacionales por un PayPal, prensa que busca publicar el lado más violento de la guerra del cártel más viral de la historia, el que aparece en las series de Netflix y del que hablan los corridos tumbados.

Muchos trabajadores de medios también han abierto sus canales de YouTube, buscando competir con dos ex narcotraficantes ahora youtubers, haciendo el mismo contenido, pero desde el supuesto periodismo.

Triste pero real: la tragedia ha creado un mercado de la muerte. Los sicarios reciben su paga por acabar con vidas y los medios monetizan mostrándolo al público.

En la película Nightcrawler, un joven llamado Lou Bloom, interpretado por Jake Gyllenhaal, llega a un noticiero con el objetivo de vender un video de una persona desangrándose tras recibir disparos en un asalto. Es su primer video y recibe 250 dólares por el material. Al preguntarle a la directora del noticiero qué tipo de material necesitan de él, el diálogo es el siguiente:

Lou: ¿Solo crímenes?
Directora: No, accidentes de autos, trenes, aviones, incendios, suicidios…
Lou: Pero con mucha sangre (interrumpe).
Directora: Bueno, gráficos… la mejor, la más clara forma en que quieras expresarlo, Lou. Para que entiendas el espíritu de lo que queremos: piensa en nuestro noticiero como una mujer gritando y corriendo por la calle con la garganta cortada.

Es decir, zopilotes.

Por cierto, el niño acechado por el buitre se llamaba Kong Nyong. Había sobrevivido. Murió a los 14 años, pero no en esa hambruna. Un buen periodista, con foto en mano, viajó a Sudán en 2011. Llegó a la aldea y encontró al padre, quien lo reconoció por las orejas. En la aldea nunca supieron de la foto.

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