De estrella global a problema político: la caída de Tesla es también la caída de su CEO
Hasta hace solo unos meses, en el imperio de Tesla nunca se ponía el sol. La compañía de Elon Musk dominaba el mercado de los autos eléctricos como un titán moderno. Era el rival imbatible, el símbolo de innovación, velocidad y futuro. Pero ese relato empezó a quebrarse cuando su CEO decidió convertir su cuenta de X (antes Twitter) en tribuna política.
Musk y Trump: una alianza que lo cambió todo
El punto de quiebre llegó con las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Musk no solo se volcó públicamente a favor de Donald Trump, sino que aceptó formar parte del Gobierno como “empleado especial” en el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una especie de broma interna convertida en institución real.
Lo que parecía un home run terminó siendo una pesadilla. Las decisiones de Musk en el DOGE, como los recortes agresivos y su retórica polarizante, comenzaron a pasar factura. No solo a su imagen, también a su marca.
Las ventas se hunden y la reputación también
En el primer trimestre del 2025, Tesla reportó un desplome del 71% en sus beneficios netos. Solo en el negocio automotriz, los ingresos cayeron un 20%, alcanzando los 13.967 millones de dólares. El retroceso no se limita a Estados Unidos.
En Europa, las ventas de Tesla se desplomaron un 49% en mayo, incluso cuando el mercado general de autos eléctricos creció casi un 28%. En China, la caída de las entregas fue del 15% interanual. Y en su tierra natal, el panorama no es mejor: en California, su bastión histórico, las ventas bajaron un 21%.
El precio de la ideología: boicot y segunda mano
Mientras tanto, en EE. UU., la rabia de los consumidores se tradujo en boicots. Concesionarios de Tesla fueron atacados en zonas adineradas, y muchos dueños de autos Tesla pusieron sus vehículos a la venta para evitar ser asociados con Musk y sus ideas.
A nivel global, Tesla también perdió apoyo al alinearse con partidos de ultraderecha. El caso más sonado fue su respaldo a AfD durante las elecciones en Alemania, lo que terminó de sellar su caída de popularidad en Europa.
Elon Musk intenta recular… pero el daño ya está hecho
Elon Musk anunció recientemente que abandonaba su rol en el DOGE para enfocarse de nuevo al 100% en Tesla. “He vuelto a dormir en fábricas y salas de servidores”, dijo, intentando calmar a los inversionistas. También prometió bajar su participación en política, después de invertir más de 277 millones de dólares en apoyar a Trump y al Partido Republicano.
Pero este arrepentimiento llega tarde. Las acciones de Tesla han caído cerca de un 50% desde su pico en diciembre de 2024.
Rumores, cancelaciones y el coche fantasma
Uno de los grandes rumores que circulan en los pasillos de Silicon Valley es la posible cancelación del Model 2, el coche económico de 25.000 dólares que Musk lleva años prometiendo. Aunque el CEO insiste en que sigue en desarrollo, empleados y analistas ya hablan de una cancelación no oficial.
Sin ese modelo, advierte Barclays, Tesla podría quedarse sin una vía clara de crecimiento. La estrategia “menos volumen, más margen” pone todo el peso en la tecnología y deja huérfana a la clase media que alguna vez soñó con un Tesla accesible.
Robotaxis y Optimus: ¿el salvavidas o el último acto?
La esperanza de Musk parece estar en el futuro-futuro: el lanzamiento del servicio de robotaxis en Austin, Texas, previsto para junio, y los avances con sus robots humanoides Optimus, que ya han sido presentados en eventos clave de Tesla.
Morgan Stanley cree que este podría ser un punto de inflexión, un cambio de narrativa que aleje a Tesla del sector automotriz y lo afiance como una empresa de tecnología.
Tesla sigue siendo el futuro, pero uno cada vez más incierto
Mientras tanto, la marca que una vez representó el progreso hoy enfrenta una tormenta perfecta: crisis reputacional, caída de ventas, competencia feroz en China y Europa, y un líder que parece no saber si quiere ser empresario, político o showman.
El futuro de Tesla está más ligado que nunca a las decisiones —o los caprichos— de Elon Musk. Y eso, en este punto, no tranquiliza a nadie.