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Benito Juárez, Segunda Parte. Clases de Historia con AMLO.

Por Andrés Manuel López Obrador

Vamos a recordar al presidente Juárez. Son tres lecturas, porque el tratamiento al presidente Juárez es especial. Y ayer leímos una parte, pero me quedé hasta donde define cómo ve la situación de los ricos, es la única mención que conozco sobre este tema, porque Juárez era prudente, muy prudente; era más hechos que palabras.

Y siempre buscaba yo: Bueno, si él nace y de niño vive en una comunidad indígena, se forma con mucho sacrificio, ¿qué opina de los pobres? ¿O por qué no trata el tema de la esclavitud que existía en esa época, de la opresión? Y nada, se dedicaba a defender sus postulados liberales, su gran aporte de separar lo eclesiástico de lo civil por aquello de que a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César, que en eso fue único, en ningún país se llevó a cabo una reforma así. Pero no encontraba nada acerca de la defensa de los desposeídos, de los pobres.

Y encontré esta cita, que es muy buena, ayer la leí, es una carta que le envía a un yerno, a su yerno, y dice:

‘Los ricos y los poderosos ni sienten, ni menos procuran remediar las desgracias de los pobres. Podrá suceder que alguna vez los poderosos se convengan en levantar la mano sobre un pueblo pobre, oprimido, pero eso lo harán por su interés y conveniencia, eso será una eventualidad, que nunca debe servir de esperanza segura al débil’.

Es lo único que he encontrado. Claro, es fuertísimo, esto no lo pone tan claro ni Marx. Por eso, también, en vez de estar buscando doctrinas filosóficas sólo en el extranjero, hay que guiarnos por nuestros héroes, que fueron excepcionales. México tiene una fecunda historia política por nuestros mártires, por nuestros héroes.

‘Juárez siempre mantuvo la convicción de que estaba sirviendo a la patria y esa inquebrantable fe en la causa que sostenía lo hacía inmune a todos los ataques; ignoraba el desaliento. Decían sus adversarios que era un general mediocre en el campo de batalla, mal jinete, mal tirador; sin embargo, le reconocían el genio de la adivinación, pensaba en todo, lo prevenía todo.

‘En su lucha por la libertad y la república, que —de acuerdo a esta cita— duraba 30 años —ya llevaba 30 años— jamás había cedido, renunciado, ni pactado.

‘El gran novelista mexicano, Fernando del Paso —esto es para los jóvenes— en su obra Noticias del imperio…’ Fernando del Paso es, sin duda, como Rulfo, de los mejores escritores de México, merecía el Premio Nobel de Literatura, Fernando del Paso. Y recomiendo esa obra; tiene otras, pero se llama Noticias del imperio, narra todo lo que fue la invasión, la usurpación de Maximiliano, de la emperatriz Carlota, de ese tiempo.

‘Este novelista imagina un diálogo en el cual Juárez le dice a su secretario: ‘Yo lo único que sé montar bien es mula, señor secretario, pero después de todo las mulas saben andar mejor que los caballos por caminos muy difíciles, sin desbarrancarse —¿no es cierto?—, le dice Juárez a secretario’. ‘Así es, don Benito’. Y el presidente continuaba con su reflexión: ‘A veces, cuando pienso en todos esos libertadores de nuestra América, Bolívar, O’Higgins, San Martín o hasta el propio cura Morelos, me digo —según la reflexión del presidente Juárez—: todos esos fueron próceres a caballo, pero si tú pasas un día a la historia, Benito Pablo, vas a ser un prócer de mula’. Pero, como usted ha dicho, don Benito, le dice el secretario, las mulas llegan más lejos. ‘No, es usted quien lo ha dicho, señor secretario, las mulas llegamos más lejos’. ‘Perdón, don Benito, yo no quise…’ ‘Usted no me replique, así es, las mulas llegamos más lejos’.

‘También es indispensable recrear los difíciles acontecimientos que vivieron el pueblo de México y el gobierno de Juárez durante la guerra de Reforma, cuando los liberales se enfrentan a los conservadores y también en la lucha contra la intervención y el imperio.

Juárez fue reformador, y al mismo tiempo, internacionalista, es realmente ejemplar. Sabía con claridad que México necesitaba un nuevo Estado, que era indispensable crear un Estado nacional y una república laica; que resultaba imprescindible separar el poder público del clerical y abolir los privilegios detentados por siglos en beneficio de una minoría prepotente y conservadora.

‘Con esta firme convicción —en plena guerra contra los potentados y en situaciones muy difíciles, porque se había ido a refugiar a Veracruz—, Juárez, a pesar de estar aparentemente replegado, se lanza hacia adelante desde Veracruz, una de las varias sedes de su gobierno itinerante, y con determinación y sin medias tintas proclama las históricas leyes de Reforma, las cuales establecieron la separación entre la Iglesia y el Estado, y permitieron expropiar a la jerarquía eclesiástica buena parte de su cuantiosa riqueza, sobre todo las grandes extensiones de tierras que detentaban.

‘En 1859, en el Manifiesto a la nación, en el que Juárez explica el porqué de estas medidas, opina que el clero puede consagrarse —lo cito— exclusivamente como es debido al ejercicio de su sagrado ministerio, pues Juárez cree también indispensable —él sostiene que es indispensable— proteger en la República, con toda su autoridad, la libertad religiosa, por ser esta necesaria para su prosperidad y engrandecimiento de nuestro país’. Libertad religiosa.

‘Juárez sabía que su apuesta corría el riesgo de ser interpretada como un agravio a las creencias del pueblo. Por eso, procuró diferenciar lo anticlerical de lo antirreligioso’. Para decirlo con más claridad, Juárez anticlerical, pero no antirreligioso.

‘Su lucha era contra el clero, una corporación que acaparaba más que nadie los bienes materiales del país’. casi todas las tierras estaban controladas por el clero.

‘Además, mantenía sometida las conciencias y era dueña en los hechos del poder público’. Eran los que protegían a Santa Anna, que fue 11 veces presidente de México.

‘La religiosidad y la libertad de creencia, según los principios de Juárez, debían quedar a salvo, mantenerse inalterable. El propio Juárez, que era un gran político y que conocía muy bien los sentimientos de la gente, los sentimientos de los de abajo, se esmeraba en utilizar en sus discursos expresiones místicas y religiosas para que no se manipulara al pueblo.

Antes de proclamar las leyes de Reforma, siendo gobernador de Oaxaca, al jurar la Constitución de 1857, expresó que con la Constitución —lo cito— triunfaremos porque defendemos los intereses de la sociedad y porque Dios protege la santa causa de la libertad. Más tarde, expresaba —lo cito—: ‘Dios es el caudillo de las conquistas de la civilización’.

‘Una vez separada la Iglesia del Estado y cumplida la frase bíblica de que a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, Juárez seguía pronunciando frases religiosas. Por ejemplo, decía: ‘Existe la voluntad que vence obstáculos, existe el patriotismo que hace milagros’, y a partir de la invasión francesa pedía —abro comillas— a Dios que el triunfo de México sirviera para asegurar la independencia y respetabilidad de las repúblicas hermanas.

‘Juárez y sus cercanos acompañantes, hombres que parecían gigantes, entendieron muy bien cuál debía ser el mensaje al pueblo para evitar confusiones y que no se le manipulara al pueblo.

‘Hasta el mismo Ignacio Ramírez, ‘el Nigromante’, uno de los anticlericales más definidos del círculo selecto de liberales, que fueron excomulgados por el papa, llegó a sostener que él se hincaba donde se hincaba el pueblo. Con esa prudencia, sabiduría y con una estrategia política magistral…’ Que eso es lo más importante, porque ¿cómo un grupo de liberales puede llevar a cabo una reforma cuando el clero era tan fuerte? ¿Cómo en un pueblo en ese entonces 100 por ciento católico?

Ahora, en el último censo del Inegi creo que la pregunta sobre religión, el 83 por ciento de los mexicanos contestó ser católico, pero imagínense en aquel tiempo, ¿cómo lograr esta reforma anticlerical? Que, además, en ningún lugar del mundo se llevó a cabo.

¿Cuál fue la estrategia política magistral?

‘Consistió en despertar la ambición, el hambre de los propietarios privados —que habían entonces— que se cambiaron de partido, de bando, por el interés —que tiene pies— de quedarse con los bienes o tierras acaparadas por el clero’. Se pusieron al mercado las tierras del clero.

‘En otras palabras, repito, al ponerse al mercado las grandes extensiones de terrenos que poseía la Iglesia, se despertó la ambición de hacendados y aspirantes a latifundistas que se convirtieron en liberales, y eso ayudó mucho a la causa de la Reforma.’

Por ejemplo, Luis Terrazas, que en el porfiriato era el gran latifundista de Chihuahua, se llegó a decir que Terrazas no era de Chihuahua, sino Chihuahua era de Terrazas. Bueno, ese gran latifundista que enfrentó luego, con la Revolución, Villa, fue juarista, había participado en las filas de los liberales.

La familia Carranza, en Coahuila, juarista, en la hacienda de Cuatro Ciénegas, el papá de don Venustiano, juarista.

‘Esto fue decisivo para consumar el milagro del triunfo de los progresistas contra los conservadores, un logro como ningún otro en el mundo, una excepcional hazaña, un puñado de liberales juaristas venció a un poderoso y omnímodo adversario’. Es como si David hubiese vencido a Goliat.

Pero hasta ahí le dejamos, mañana continuamos.

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