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El político y el científico

Por Edgar Adair Espinoza Robles

Como saben, a lo largo de mi vida, he vivido una dualidad permanente, esa que Max Weber identificaba en su obra, especialmente sus ensayos “La política como vocación” y “La ciencia como vocación” agrupados posteriormente en el libro titulado como esta columna, ambos escritos contienen reflexiones profundas acerca del papel de la política y la ciencia en la sociedad moderna que son de gran relevancia para entender la necesaria profesionalización de la política en México y en cualquier otro país que busque fortalecer sus instituciones democráticas y su gobernabilidad. Como el autor alemán comparto la duda que lo acompañó toda su vida entre una carrera política y una carrera científica.

Es por eso, que quiero compartirles esta obra que pueden encontrar en cualquier librería y gratuitamente en línea. En “La política como vocación”, Weber distingue entre el “político por vocación” y el “político por casualidad”. El primero se caracteriza por su pasión por la política, su sentido de responsabilidad y su capacidad para mantener una distancia emocional necesaria para la toma de decisiones pragmáticas.

Weber, atinadamente, argumenta que la política debe ser entendida como una profesión, en la que es esencial la dedicación, la ética y la competencia técnica. Esta visión apunta hacia la profesionalización de la política como un medio para mejorar la calidad de la gobernanza, argumentando que los políticos deben tener una formación adecuada, un compromiso ético profundo y una orientación hacia el bien común.

En el caso de México, un país con desafíos significativos en términos de corrupción, inseguridad y desigualdad, la profesionalización de la política según los criterios weberianos podría contribuir a una mayor eficacia y legitimidad de las instituciones públicas. La formación de políticos que no solo busquen el poder por el poder mismo, sino que estén motivados por el deseo de servir a la comunidad y tengan las habilidades y conocimientos necesarios para hacerlo de manera efectiva, es crucial para el desarrollo de políticas públicas eficientes y justas.

Además, Weber enfatiza la importancia de una burocracia racional-legal en la administración pública, donde los cargos se otorgan por mérito y competencia en lugar de por lealtades personales o políticas. Este principio es fundamental para la profesionalización de la política, ya que asegura que la gestión de los asuntos públicos se haga de manera imparcial y eficiente, basada en el conocimiento y no en el favoritismo.

Sin embargo, Weber también advierte sobre los riesgos de la deshumanización que puede acompañar a la racionalización y burocratización excesivas, sugiriendo la necesidad de un equilibrio entre la eficiencia técnica y los valores, el humanismo político lo llamamos nosotros. Esto resuena en el contexto mexicano, donde la cercanía de los políticos con las comunidades y la sensibilidad hacia sus necesidades y problemas son aspectos obligatorios para una política efectiva y humanista.

En el contexto actual, la obra de Weber ofrece herramientas analíticas valiosas, pero también debe ser complementada y cuestionada desde perspectivas que pongan un mayor énfasis en la justicia social, la participación democrática y la acción colectiva.

Reflexionar sobre su obra podría ser un paso crucial hacia la mejora de la calidad democrática y la eficacia de la gobernanza, siempre y cuando se mantenga un equilibrio entre la racionalización de la administración pública y la necesidad de mantener una conexión genuina y compasiva con la ciudadanía; impulsando la lucha contra la desigualdad, la pobreza y la corrupción desde todos los espacios.

La profesionalización de la política, desde esta perspectiva, debe ir de la mano con el fortalecimiento de la democracia participativa y el compromiso con la transformación social, ahí reside el pensamiento y la convicción de la duda que nos acompaña, a la que permanentemente respondemos con una frase de Max Weber “Se puede decir que hay dos pecados mortales en el mundo de la política: la falta de objetividad y, especialmente, la falta de responsabilidad”.

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