Por Edgar Adair Espinoza Robles
El pueblo de México no luchó durante décadas, no se organizó desde abajo, no llenó plazas ni venció fraudes para que hoy, desde dentro de nuestro propio movimiento, resurjan las viejas prácticas que prometimos enterrar. El llamado que hizo la presidenta Claudia Sheinbaum en el Consejo Nacional de Morena no fue un simple mensaje: fue una alerta. Un golpe en la mesa. Una convocatoria ética y política.
Morena nació como un instrumento de lucha del pueblo. No como un trampolín para ambiciosos ni como un botín de poder. Mucho menos como una estructura burocrática para administrar lo mismo de siempre. Morena surgió para transformar, no para simular. Para democratizar, no para reproducir los vicios del viejo régimen. Y el Morena que viene, si quiere estar a la altura de este momento histórico, tiene que romper con todo aquello que huela a privilegio y a oportunismo disfrazado de lealtad.
La presidenta Sheinbaum lo dijo con contundencia: el dinero y el poder no son el éxito. El verdadero éxito es mantenernos fieles al mandato popular. Que los principios no se traicionen. Que los pobres estén primero, no en el discurso, sino en el presupuesto, en la política pública, en la representación real. El éxito no es ganar cargos; es honrarlos. No es subir en la estructura; es elevar la conciencia del pueblo.
Nos debe quedar claro que el enemigo también puede estar adentro: en quienes ya no escuchan a las bases, en quienes confunden legitimidad con fuero, en quienes creen que por ganar una elección se ganaron el derecho a perpetuarse. No hay nada más contrario al espíritu de Morena que eso. Y si lo permitimos, no solo faltamos a los principios al movimiento, también le abrimos la puerta al regreso de quienes siempre han despreciado al pueblo. El liderazgo ético es la clave.
El Morena que se necesita y que ya comienza a delinearse en la nueva etapa con Sheinbaum al frente es uno que no le tenga miedo a la autocrítica. Que vuelva a organizarse desde el territorio. Que no postule al que más dinero tenga, sino al que más principios defienda. Que gobierne con honestidad, que fiscalice con rigor, que legisle para los de abajo. Un Morena que sepa que la transformación no solo es institucional, sino cultural, ética, espiritual incluso.
Claudia Sheinbaum no está sola. Estamos miles de militantes que todavía creemos en el proyecto de nación. Que sabemos que el poder sirve para transformar, no para enriquecerse. Que no olvidamos que venimos del pueblo, y que al pueblo nos debemos. El golpe en la mesa fue claro: basta de desviaciones. Es hora de rectificar.
El Morena que se necesita es el que ya viene. El que sabrá asumir la continuidad con cambio. El que no se echa para atrás ante la derecha, el que sigue caminando con la gente. El que no teme al escrutinio ni al debate, a ese pertenecemos.
Porque el futuro de la Cuarta Transformación no está garantizado por decreto. Se construye todos los días, desde cada decisión, cada nombramiento, cada postura. Y quienes estamos dentro, tenemos la responsabilidad de hacer posible y no claudicar por el Morena que viene. Congresista Nacional de MORENA